Ambientalismo pop

En una hora y media de ducha con agua caliente, es mucho lo que uno piensa. En él, por supuesto, en Dios, en la Unión Temporal Centros poblados, en el fracaso de Claudia, en la incompetencia de Duque, en la maldad de Uribe y por supuesto en el cambio climático.

Quisiera hacer más, sin duda, pero mi conciencia ambiental se limita a separar la basura, criticar los desastres ambientales y admirar a Greta Thumberg. Ando en bicicleta, reciclo bolsas, poco lavo mis blujeans, me alimento sanamente – o por lo menos lo intento- y en lo posible, hablo poca mierda, porque entiendo su poder contaminante.

No entiendo bien lo del fracking, ni lo de la economía extractivista y suelo confundir el calentamiento global con el calorcito premenstrual.  Bolsonaro me cae mal por facho y por misógino, del Acuerdo de Escazú vine a saber cuando Colombia no firmó y a Trump no lo soporto, aún si se convirtiera en comandante del Greenpeace.

Mi conciencia ambiental se limita a separar la basura, criticar los desastres ambientales y admirar a Greta Thumberg

Eso, obviamente me hace ver mal, pero no me convierte necesariamente en una chica plástica. Hay gente verdaderamente tesa que se ha metido en el cuento y lo ha estudiado a fondo, que habla con propiedad, y dice cosas con sentido. A esos los respeto y los admiro. Lo que de alguna manera deforesta mi cabeza, es el activismo pop, que pontifica y preconiza mientras tienen dos carros para evitar el pico y placa, tiran botellas en la playa, utilizan aerosoles, botan papeles a la calle y compran fauna silvestre porque son muy “cute”.

Yo hago poquito, pero lo hago a mi manera y sin decirlo ni anunciarlo. Y pienso, pienso mucho en ello mientras me baño eternamente con agua muy caliente. Lo acepto y pido perdón…

Flore Manfrendi

Ecléctica y bizarra. Codirectora y bloguera

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