¿Desayuno o comida?

En una sociedad falocéntrica como la nuestra, vivimos más pendientes de con quién nos vamos a acostar que con quién nos vamos a levantar.

Aunque somos pacatos y tapados, a los hombres y mujeres, a los blancos y los negros, a los pobres y los ricos, a los adolescentes y también a los atardescentes, nos gusta el sexo. Afortunadamente.

 

Vivimos más pendientes de con quien nos vamos a acostar que con quién nos vamos a levantar

 

Y es que el sexo nos salva de los fantasmas y los miedos, de las tribulaciones y las dudas, de la ansiedad y las perturbaciones, de los políticos y sus mañas. En el fondo de mí, creo que Hitler y Eisenhower, Uribe y Duque, los Papas y pastores, Putin y el presidente de Ucrania o cualquiera de estos genios, son malos polvos. ¿Cuántas muertes nos hubiéramos ahorrado, si a estos tipos les hubiera gustado el sexo? Cuánto sufrimiento y cuánto aburrimiento.

Y aunque amo el sexo, también creo que el sexo por el sexo, termina por cansar. Como muchas cosas en la vida. Y por eso nos llenamos de mitos y fantasías imposibles de cumplir. Los hombres quieren una virgen con experiencia y las mujeres, una especie de payaso ninja, es decir, un tipo que las haga reír y sepa muchas posiciones.

 

Los grandes líderes mundiales, esos que nos llevan a las guerras y a la miseria, son malos polvos

 

En el fondo soy una romántica, una especie de feminista pop, que defiende el aborto, el matrimonio homosexual, la igualdad de sueldos y oportunidades, pero que también le gusta la conquista, los detalles, las caricias y en general, lo cliché del galanteo.

No sé si he madurado o me estoy envejeciendo. Lo único cierto es que hoy me interesa más saber con quién me desayuno que con quién como, en el sentido estricto de la palabra…

Flore Manfrendi

Ecléctica y bizarra. Codirectora y bloguera

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