En realidad nunca lo vi venir, aunque siempre supe que ese día llegaría. Los médicos podrán tener mucho conocimiento, pero poco tacto. Le van diciendo a uno las cosas sin asco y sin dolor, porque al fin y al cabo uno se va desconsolado con sus quereres y tristezas y ellos deben atender a diez tipos o tipas como yo, que vienen a quejarse.
Siempre fui un tipo sano pero lleno de mañas a las que ya me había resignado. Por eso, nada presagiaba una mala noticia. Un pequeño vahído jugando fútbol, algo de ahogo al subir una escalera o dolores recurrentes de cabeza, eran para mí, el precio de la edad.
Contra todo pronóstico, mi médica me había mandado cerca de ocho o diez exámenes de laboratorio, algo poco común en una EPS. Con pereza los saqué y en poco tiempo me dieron los resultados. Busqué en Google, como hacemos todos los colombianos y mi ignorancia me tranquilizó. Error.
Siempre fui un tipo sano pero lleno de mañas a las que ya me había resignado
Ayer amaneció lloviendo y debí entenderlo como una señal. Entré a consulta y mi médica me hizo sentar con todos los protocolos de bioseguridad. En su computador empezó a leer mis resultados. Apenas, me miraba. Me hizo dos o tres preguntas. Me pesó, me midió, me tomo la tensión y escuchó los latidos de mi corazón.
-Bueno, me dijo. Como le comenté la vez pasada, usted tiene un pequeño soplo al corazón. Lo mejor es hacer un ecocardiograma. Mientras tanto, lo mejor es que no haga deportes de contacto.
-“¿Eso incluye el fútbol?, pregunté.
– Por supuesto, dijo secamente”
Pensé en mis amigos, en la felicidad de jugar y sobre todo en la alegría de quedarnos tomándonos unas polas al final de cada partido.
Iba a preguntar por el sexo, que a larga también es un deporte de contacto, pero me abstuve para evitar la respuesta. Finalmente, lo que no está prohibido, está permitido.
Hay preguntas que es mejor no hacer, porque al fin y al cabo, si no está prohibido, está permitido
Sin embargo, lo verdaderamente grave estaba por venir. Sin anestesia, lo fue soltando: “También debe cambiar de dieta. A partir de hoy, cero pan. Busque algún sustituto”.
Aún no me repongo. Que me suspendieran el fútbol era triste, pero que me quitaran el pan, era otro nivel de desconsuelo. Como dice Cortázar “a veces queda uno con ganas de extinguirse, como si fuéramos velitas sobre un pastel de alguien inapetente”.
Mi amor por el pan es de esos amores a la antigua. Con todos los cojones y sin condiciones. No me considero un experto, pero creo haber probado muchos: De panadería de barrio, por supuesto. De paquete, de restaurante fino, de ciudad y de vereda, de Nueva York o Bogotá, francés, hojaldrado, blandito o rollito, baguette o artesanal. Con mantequilla, con leche, con mermelada o solo. Viejo o recién salido del horno. El olor a pan caliente me produjo siempre, una especie de micro orgasmo y por eso, estoy seguro, que todo cambiará. Supongo que a partir de mañana esa sensación será como la de un adicto rehabilitado asistiendo a una fiesta de policías del Esmad. Tengo rabia, pero sobre todo, tristeza.¿Por qué a mí?, ¿Por qué no a Duque que ha cometido tantas cagadas y a juzgar por sus cachetes no tiene que hacer dieta?
La vida, sin duda, no será lo mismo. Mi único consuelo, es no haber preguntado lo del sexo…