Don Ernesto y la mar

Don Ernesto, el legendario hombre de letras, testigo de guerras y acontecimientos y amante de océanos, dice que su viejo personaje cuando se refería al mar, le decía la mar, “así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer”.

 

“El mar es dulce y hermoso. Pero puede ser cruel, y se encoleriza tan súbitamente, y esos pájaros que vuelan picando y cazando, con sus tristes vocecillas son demasiados delicados para la mar”, dice el viejo de don Ernesto.

 

Entonces la mar es aquella figura hermosa, maternal, cariñosa, de aguas cristalinas verdes y azules, de ruidos acariciantes que traen paz al que la observa, en la que parecen volar las pequeñas naves en los afiches publicitarios de los países que promueven las playas y la mar.

“El mar es dulce y hermoso. Pero puede ser cruel, y se encoleriza tan súbitamente”

Esa mar la conocí en mi niñez cuando mi abuela, en un bohío en la playa, sació mi hambre casi angustiosa, después de un tormentoso viaje por la vieja carretera que atravesaba la cordillera Occidental para llegar de Cali a Buenaventura. De cuatro horas que deberíamos gastar, nos echamos como diez y no alcanzamos a comer nada en Buenaventura porque nos dejaría el barco para llegar a Juanchaco.

 

La playa inmensa y gris del Pacífico colombiano invitaba al juego, pero más pudo el hambre. Mi abuelita, ser dulce y bondadoso como la mar, me dio un suculento caldo de “huevo” que yo devoré convencido, cuando lo que estaba ingiriendo era sancocho playero de pingua, que por escrúpulos infantiles yo no hubiera probado porque tenía miedo y no sabía degustar los frutos del mar.

La playa inmensa y gris del Pacífico colombiano invitaba al juego, pero más pudo el hambre.

Ese mar, con el artículo El, puede llegar a ser cruel y encolerizarse de un momento a otro. Ese mar lo he padecido cuando el horizonte se torna de gris a negro, en un inmenso telón oscuro iluminado de vez en cuando por un relámpago. Ese, el mar, exige cuidado, como lo afirma Juan Gossaín, y como lo digo yo, al avanzar tan solo unos metros, mar adentro. Ese mar asusta. En una noche podría hacerte viajar por corredores oscuros sin fin, con ruidos horrorosos que te harían palpitar el corazón a mil hasta reventar.

 

El mar y la mar te dan personajes, lugares y sensaciones. El mar te hace recordar al hombre de la playa que contrataste para que en su lancha te llevara a ver delfines en la mar. Después de que le has pagado te exige para cumplir con su servicio contratado, que tienes que ayudarlo a empujar la nave en la arena para llevarla a la mar y te resbalas y él te cae encima de un pie descalzo. El pie se te pone como una tortuga: una caparazón dura color morado, verde y café. El maravilloso espectáculo de los delfines saltando a tu lado que debería haber sido de la mar, no lo es tanto por el dolor en el pie ocasionado por el hombre del mar.

 

Vivo enamorado de la mar hermosa, como el viejo de don Ernesto. Él la veía “como algo que concedía o negaba favores” y respeto y veo mejor de lejos al mar que “hacía cosas perversas y terribles”.

 

El mar perverso, hogar de gigantes creaturas criminales y malvados personajes, es abundante en la literatura, en las películas y, sobre todo, en la realidad. Nos lo encontramos en nuestras costas, en golfos y ciénagas, en el norte y en el sur, en el occidente. Y más allá, como depósito de desechos de grandes ciudades, cloacas y escondite de mentes criminales. Un mar lleno de aceite, petróleo, plástico y estiércol. Ese mar, el monstruo gigante de mil cabezas, lo quiero mirar de lejos.

 

La mar hermosa me acaricia y deleita. Se deja querer. Oigo la brisa y las gaviotas, siento la arena húmeda cuando camino en la playa o viajo en una nave y las gotas saladas golpean mi rostro.

 

Como el viejo de don Ernesto y como él mismo, la quieren, la ven dulce y hermosa.

 

Quisiera descartar el mar y abrazar la mar para sentirla, para quererla…

 

Jaime  Alfonso Rivera García

Periodista y docente. Especialista en  medios locales

 

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