Ding, ding,ding. El móvil de vidrios que algún día fueron botella tintinea en medio de la noche. (Dingdinea, quiero decir) Hace frío. Tengo los pies helados. Hace rato dejé de dormir con medias. Puedo haberme curado de soledad nocturna pero ahora sufro de hipotermia calcánea. Suena inteligentísimo, pero no. Es masoquismo.
Todo está en silencio. Dicen que eso se llama conticinio (momento de la noche donde todo sonido cesa). Insomnio. Otra vez. Y otra vez. Siempre en forma de pregunta. El que da vueltas en la cama, da vueltas en la vida. ¿Un nuevo comienzo? ¿Un viejo camino? Noooo. No lo haga, no me diga, no se esfuerce en darme una respuesta que no pido. No es soberbia, es merita confusión. Estoy ahíto, saciado e indigesto de opiniones. Infoxicado. Soy una especie de Heliogábalo, sinónimo de gula. Ding.
Dios todo lo puede, pero toca hacer la fila. Dios todo lo sabe, pero no explica. Dios está ocupado o se hace el loco. O de pronto, el loco soy yo, como decía Wilfrido Vargas. Seguramente es eso, porque tanta gente no puede estar equivocada. Vuelvo a dar vueltas. A lo lejos se dispara una alarma. Una ambulancia pasa. Alguien va a llorar esta noche. Espero no ser yo. O sí. Por una extraña razón, llorar me tranquiliza.
Me sobra fe, pero me falta paciencia. O viceversa. O ninguna. Ding. Respiro. Sé la respuesta. Ni fe, ni paciencia. Ego. Soberbia en estado puro. Pido, pero en el fondo exijo. Oro, pero en el fondo ordeno. Lo quiero todo aquí y ahora. Obvio que no es fe. Se parece a un cajero automático. Las religiones, a una banda de fleteros. Tal vez no tengo fondos. Saco todos los días.
Me sobra fe pero me falta paciencia. O viceversa. O ninguna
Acompañado, un insomnio bien administrado termina en caricia. Solo, como una cárcel de Bukele. Una tortura (el insomnio, no la cárcel de Bukele, aunque también). Recuerdo una canción del Canto del Loco: “por pensar tengo un millón de cicatrices”. Vuelvo a dar vueltas. Mi cama es un desorden. Una cosa es una sabana, una sobresabana y dos fundas y otra, un juego de cama. Diinnng.
¿Voy a volver a pelear con Dios? ¿Otra vez?¿ Cuántas más? Es pura tontería. Es como discutir con el cajero de un banco. Uno siempre tiene que volver. Me acordé de la Canción de las simples cosas << uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amo la vida>>. No sé si el poder de Dios es infinito, pero por lo menos su paciencia, sí. Soy un dolor de muela a media noche. Todo se me va en pedir, pero nunca en esperar. Lo quiero todo a mi manera y en mis tiempos. Y no. La cosa no funciona así. Me declaro humilde – una vez más- y vuelvo a tocar el citófono divino.
Me doy vuelta. Intento dormir. El que da vueltas en la cama, da vueltas en la vida. El que cree, ora, el que ora, pide y el que pide espera. Ding.