La gran tragedia de los seres humanos es intentar tener siempre la razón, porque no es lo mismo la convicción que la obsesión.
Nos hacemos a la idea que estamos en lo cierto y cerramos la posibilidad de ver otras respuestas, otras miradas. Tercos, testarudos, tozudos y obstinados, creemos tener el argumento suficiente para entender lo que pasa y lo hacemos desde una moralidad que hemos construido con los años.
La gran tragedia de los seres humanos es intentar tener siempre la razón
En las relaciones de pareja suele ser la piedra en el zapato que enturbia ese duelo entre distintos, porque puede dar pie a varias circunstancias:
- Negar la posibilidad de dialogar, de construir entre parejas, entre dos seres que se aman, porque uno de los dos intenta imponer su pensamiento.
- Empobrecer la relación, estancarla en un diálogo de sordos que no conduce nada.
- Prefijar conductas lo que niega de tajo las preguntas porque se cree de antemano, tener todas las respuestas. Muchos incluso esperan años para poder decir que tenían la razón y aun incluso sin tener una evidencia, dan por ciertas sus sospechas.
Intentar tener siempre la razón, tiene que ver con el ego y con el orgullo, que no es otra cosa que sentirse inseguro frente a las cosas que pasan y suceden. Los psicólogos lo conocen como el Síndrome de Hubris y que devela un tipo de narcisismo en el que la persona imagina que lo que él piensa es lo correcto y lo que opinan los demás NO. Cree que todos los que no están de acuerdo con lo que dice y piensa, son enemigos. Genera un ego desmedido, un enfoque personal exagerado y un desprecio hacia las opiniones de los otros.
No es lo mismo la convicción que la obsesión
Convivir con esta situación desgasta, desmoraliza, entristece y hace daño.Lo peor, es que es difícil revertirla, porque las personas que lo sufren no tienen la menor duda de estar en lo cierto. Cuando se dan cuenta, si es que pasa, suele ser muy tarde porque el daño ya está hecho.