El último bardo

Hay personas en la vida que nos marcan, sin apenas darnos cuenta. Esta semana me di cuenta.

Con Fernando no nos parecemos en nada. O en casi nada. Sin embargo, casi 25 años después lo volví a ver y me reconocí en él. La vida nos puso en caminos diferentes y las únicas referencias que tenía acerca de lo que pasaba en su existencia era leerlo en forma semanal y preguntar por él a los amigos en común.

Nunca fuimos los mejores amigos, de esos que se cuentan confidencias o de los que lloran en manada. Sin embargo compartíamos tres pasiones: el fútbol, la música y el trago. No sé en qué orden. Nos conocimos en la universidad, en una facultad plagada de mujeres y en las que los pocos hombres que estudiábamos comunicación y los pocos hombres que estudiábamos comunicación y nos gustaba el fútbol, realmente éramos muy pocos.

 

La vida nos puso en caminos diferentes. O tal vez no

 

Nos encontrábamos a jugar donde pudiéramos. En la universidad, en la Ciudad Universitaria, en Niza o en la 104. Eran unos peladeros con más huecos que pasto, pero poco importaba. Fernando sufría cada partido como si fuera una final de copa mundo. Generalmente perdía y debía soportar las burlas de Gallito.

Luego, y sin falta, terminábamos en la casa de Fernando como la canción de la Billos. Algunos pocos, lográbamos colarnos en el carro de Araújo, pero el resto se sabía el camino de memoria. Empezaba otra historia. Doce tipos sudorosos, y embarrados, tres o cuatro javerianas enamoradas de Jaime Varón, nos dedicábamos a beber y a escuchar a Raphael, a Silvio, a Sui Generis y a Frank Quintero. El bar de los Araújo era tan completo como la colección de discos de Fernando.

Horas y horas jodiendo y bebiendo sin parar, cantando Yolanda a grito herido, peleando por el fútbol y la vida, me formaron lo que soy. No me había dado cuenta, hasta el martes, que volví a encontrarme con Fernando, para quien los años no han pasado. O tal vez sí, un poco, porque ya no toma. Su amor por Maradona sigue intacto y sus historias de bardo musical y  futbolero son tan interesantes como ayer. Como  siempre…

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

COMMENTS

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    Carlos Arturo Rueda
    noviembre 17, 2022 Responder

    Hubiera dado el alma por estar en esa reunion; lo que has escrito fue exactamente como lo viví, yo era uno de esos comunicadores que andaba con ustedes, enamorado del futbol y de todo lo que tuviese que ver con escribir. Gabriel era el crack, todos admirábamos a Camilo Sanchez y yo me reía de las niñas que amaban a Jaime. Esas memorias están conmigo siempre y son plácidas y buenas compañeras. Y soy muy feliz de ver lo lejos que ha llegado Fernando montado en esa pluma que encontró en la universidad. Gracias por esta crónica.

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    Jajajaja muy bueno, pero reconozcan que a Jaime Varón le ponían la 10 y lo usaban de volante porque en esa época no gozaban de esa intelectualidad tan sensual.

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