Elogio de la lentitud

Ya lo dicen los sexólogos: no por llegar más rápido se pasa mejor. Sin embargo eso que parece tan obvio, tan indiscutible, tan elemental y tan axiomático, es la enfermedad que nos carcome a diario. El afán es el sello de la posmodernidad, un sello indeleble que nos agobia y nos empuja, nos consume.

Vivimos presos de la prisa, viendo los días pasar, esclavos de la multitarea, de pronto con el miedo abyecto de que tal vez no habrá mañana.Nos colamos en las filas para pasar primero, adelantamos en curva para ser más rápidos, comemos, charlamos, chateamos  y vemos televisión al tiempo para no perderlo, tenemos sexo de afán porque no tenemos paciencia para hacer el amor, preferimos  la comida rápida a las charlas entre sopa y sopa,

Elegimos el whatsapp sobre las palabras, nos desesperamos, nos gustan los atajos, odiamos a los lentos incluidos computadores, conexiones a internet y a los viejos sedentarios, queremos respuestas inmediatas, dinero, fama y reconocimientos antes de merecerlos y la mayor tragedia es que se nos acaben los minutos…

Todo es más rápido, pero no por eso aligeramos nuestras cargas

Tal vez por eso llega el momento de hacer una pequeña pausa, de caminar lento porque como lo  afirma Carl Honoré, el gurú del llamado movimiento slow, “nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida”. Por esas cosas de la vida o del marketing, Honoré, un periodista canadiense, se ha hecho famoso y millonario por hacer evidente lo evidente: “Hoy todo el mundo sufre la enfermedad del tiempo, la creencia obsesiva de que el tiempo se aleja y debes pedalear cada vez más rápido”.

Tomar las cosas con calma es una virtud que muchas veces nos llega demasiado tarde.

Sus libros, Elogio de la lentitud y Bajo presión  han sido traducidos a más de 30 idiomas y han estado en las listas de mejores ventas en muchos países. Su  libro, La lentitud como método explora cómo resolver problemas en diferentes áreas de la vida (los negocios, la política, la salud, relaciones…) sin optar por soluciones rápidas superficiales y de corto plazo.

La filosofía de Honoré no por simple deja de ser potente: “Me importaba la velocidad y la cantidad. La mayoría de las veces me sentía apresurado. Ahora cada cosa que hago procuro hacerla lo mejor que puedo en vez de lo más rápido posible. Esto ha cambiado mi concepción del tiempo: ya no me siento un esclavo de él. Ahora siento que tengo el tiempo necesario para hacer lo que me propongo y nunca me siento apurado (a pesar de que tengo una vida excitante y plena). Y no es una paradoja. Se trata de encontrar el equilibrio adecuado y de no obsesionarse con el tiempo”.

La adrenalina que produce la velocidad, nos nubla la mente, nos bloquea los sentidos, nos asedia los momentos, nos acorrala y nos estrecha. Por eso a veces llega el momento de hacerle caso a las mamás y esperar una hora antes de meterse a la piscina luego de almorzar.

 

Mauricio Liévano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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