Cuando uno se rompe tiene dos opciones.: O se deja desangrar o se cose, se zurce, se teje y avanza por la vida con su millón de cicatrices, que no son más que pruebas de supervivencia, constancias de un intento.
Yo no soy Bolívar ( ni Simón, ni Gustavo, mucho menos) pero sí he tenido mis dificultades, que en realidad no han sido muchas, ni muy graves, pero son mías y las he llorado hasta el cansancio.Hubiera querido ser un dechado de virtudes, pero me decanté por la alegría de hacer lo que la puta gana me dijera. Y así me ha ido. Jodido, pero satisfecho, coleccionista de fracasos, terco o persistente, según se quiera ver, miedoso y pesimista, inseguro y melindroso.
Cuando uno se rompe tiene dos opciones: O se deja desangrar o se cose
Algún día, sin embargo, conocí el poder curativo de la lágrima, porque cuando uno comete el mismo error muchas veces en la vida, hay que buscar un camino cierto para sanar, aunque cada quien se remedia a su manera. Uno de muchos, es cerrar para siempre la puerta de buscar a los culpables. Funciona mejor darse palo, reflexionar sobre la propia responsabilidad, hacerse cargo, pedir perdón, perdonarse, aferrarse con las uñas a lo que uno cree- Dios si se quiere- limpiarse las rodillas y los mocos y seguir adelante.
Remover los entresijos es un proceso doloroso, pero saludable, como la cera que se aplican las señoras para hacerse eso que llaman el bikini o para quitarse los pelos de la cara y de las piernas. Duele, y duele mucho, porque ser optimista es cosa de valientes.
Algún día se descubre el poder curativo de la lágrima y se toman fuerzas para volverlo a intentar
Sin embargo y de a poquitos, uno empieza a sacarle el jugo a la tranquilidad, a la paz espiritual, a la armonía de intentar encajar todas las piezas, porque la vida es como un jenga, que siempre necesita el equilibrio. Dejar atrás lo que pasó, dejar de soñar lo que vendrá, intentarlo las veces que sea necesario. Vivir al día sin joder a nadie, sin criticar, sin vociferar, sin pontificar y sobre todo, intentando reír de vez en cuando, porque siempre hay un motivo. La clave está en buscarlo…