El cariño muchas veces puede ser un amor al que no le crecen alas, como esas matas macho que pueden crecer pero nunca llegan a florecer.
Los seres humanos estamos llenos de cariños: por las personas, por las cosas, por las mascotas. Son una especie de polos a tierra que nos salvan y nos mantienen vivos, unos postigos que cubren las ventanas, que nos ocultan, pero que muchas veces nos impiden ver el sol.
El cariño es un amor al que no le crecen alas
Los cariños y los te quiero son como un vasito de agua o un ibuprofeno que no le hacen daño a nadie, nos dan cierta sensación de alivio pero no nos curan del todo. Son esos sentimientos políticamente correctos que siempre serán bien recibidos, que siempre se agradecen, que suelen ser inolvidables y suelen darnos paz y tranquilidad.
Sin embargo, hay momentos en la vida en los que uno necesita que le digan que lo aman, un golpe bajo en las costillas, que nos saque el aire, que nos deje medio groggy como cuando uno se mete un porro o se golpea el dedo gordo con la pata de la cama. Una palabra, una gota que se convierta en aguacero, nos moje la piel, nos haga perder la cabeza y no nos preocupe el encontrarla.
Un cariño, como un vaso de agua, no se le niega a nadie
Cuando a mi me dicen que me aman, la vida empieza a darme vueltas porque siempre lo tomo en serio, venga de donde venga y si por esas cosas del destino, siento algo parecido, mis días comienzan y terminan en orgasmo. En caso de que mi corazón opine lo contrario, siempre lo respeto, siempre lo valoro, siempre lo aprecio, porque entiendo que para decir te amo, se necesita valor y alguito de cojones.
Mis te amos suelen ser poquitos porque siempre han sido eternos. Mis te quiero tampoco los regalo porque son como una oruga soñando con volverse mariposa…