En Colombia estamos llenos de Juan Charrasqueados. No importa lo que digan, lo que hagan, lo que piensen, siempre serán odiados , aborrecidos y malqueridos y solamente sus madres los recordarán con cariño.
Y no es que la gente les tenga inquina, bronca u ojeriza porque sí. Es que cada día dan papaya, hacen cosas que molestan, la embarran sin recato, dicen vainas sin sentido, bien porque no se dan cuenta o bien porque ya les importa poco el qué dirán.
“En una choza muy humilde llora un niño y las mujeres se aconsejan y se van
Solo su madre lo recuerda con cariño, mirando al cielo llora y reza por su Juan”
Su incompetencia o su descaro, parecen no tener límites, porque sus actuaciones siempre van en contra del sentido común o del decoro. Para ellos es lo mismo un canguro, una matrioska o un huevito Kinder Sorpresa. Y no es que sean unos rebeldes que luchan contra el mundo. No. Son unos niñetes consentidos que creen que el mundo se equivoca porque los que tienen la razón son ellos y los demás que se jodan o se aguanten.
Para completar, se rodean de un grupo de amiguetes y falsarios, de aduladores lame suelas, de alcahuetas y lambones que creen que hacen mucho aplaudiendo los dislates y locuras del orate. Al final, cuando los Juanitos caen en desgracia, son los primeros que salen a correr y a negar su compañía.
Los Charrasqueados mueren solos, tal vez únicamente rodeados por su familia que por obligación o por cariño se quedan a cuidarlos y en medio de su demencia y chifladura siguen pensando que los equivocados eran los otros, porque ellos siempre han tenido la razón, así no se les note…