Soy un tipo ciclotímico. Desde pequeño, mi estado de ánimo cambia constantemente, porque mi biorritmo así lo dicta.
Paso con facilidad de la risa al llanto, de la alegría a la tristeza, de la paz a la explosión, del silencio a la carreta. Me prendo y me apago. Si algo me molesta, lo digo de alguna manera, aunque muchas veces salga mal. Si amo o quiero, lo digo también (aunque muchas veces salga mal) y a pesar de que respeto a los demás, no es que ame o quiera a mucha gente, por lo que poco se me nota.
El biorritmo es el dictador de mi vida cotidiana
Soy un poco una especie de Twitter a la antigua, con ciento cuarenta caracteres y tal vez por eso, tengo pocos amigos, que son el últimas, los que han aprendido a comprenderme. Crecí solo en medio de la multitud que éramos en casa y sin embargo, fui feliz y lo agradezco. He tenido dos esposas a las que he amado intensamente y a las que querré por lo que son y por lo que han sido. Mis hijas son caso aparte, porque tenemos una conexión que nadie más entiende. Ellas me alzan y me aprietan, me quieren y me empujan, me regañan y me alientan y en últimas son las personas por las que me levanto a cada día.
Me acuesto muy temprano, creo en Dios, soy la suma de pedazos de los otros y para la cantidad de pan y dulce que me como, soy un tipo injustamente flaco. Sufro de miedos y migraña, de ego y de soberbia. Padezco de mutismo selectivo, porque cuando no tengo nada que decir, mejor me callo. Soy terco y siempre creo tener la razón- lo que pasa pocas veces- pero no me cuesta pedir disculpas y reconocer el argumento de los otros. En cambio, me demoro en perdonar, porque siempre es para siempre y esa es la razón de mi tardanza.
Soy la suma de pedazos de los otros y para la cantidad de pan y dulce que me como soy un tipo injustamente flaco
No sé si soy complejo o complicado, lo que si sé, es que soy un poco impredecible. Sin embargo, a pesar de ser un gruñón certificado, siempre estoy dispuesto cuando alguien me requiere. A veces no soy claro, pero siempre intento ser un tipo transparente. Tampoco he sido de odios, aunque nunca me he ahorrado el delicioso placer de aborrecer a los fantoches y arribistas. Por eso, defiendo mi alegría, que será poquita y tendrá cara de triste, pero es mía y me la gozo.
En últimas, defiendo la bipolaridad de mis estados de ánimo, pero también la imperturbabilidad de mis afectos. Sin embargo, y a la larga, toda esta carreta me la hubiera ahorrado, porque los poquitos que me quieren ya lo saben y a todos los que no, les importa muy poquito…