La ciudad de la furia

Bogotá es una de las ciudades más bonitas que conozco. Sus montañas le dan un marco inigualable. Es una gran metrópoli, con una arquitectura moderna, una oferta gastronómica variada y una gran movida nocturna.

 

Sin embargo, de a poquitos, Bogotá se está convirtiendo en una ciudad invivible, inviable, inmamable, imposible, donde el riesgo acecha en cada esquina, donde todo el mundo intenta hacer lo que le da la gana- y lo logra- un tráfico insoportable, donde todos se sienten con derecho a organizar una marcha que la paralice, a botar la basura donde les plazca y donde nadie parece estar mandando. Y lo peor, es que excusas ya no quedan.

 

Bogotá se está convirtiendo en una ciudad invivible, inviable, inmamable, imposible.

 

Y sí, el argumento de que Bogotá está llena de gente que no es de Bogotá, puede ser cierto, pero igual sucede en otras grandes capitales, donde el despelote no se le parece. Sacar el celular en plena calle es un acto irresponsable, montar en Transmilenio un suplicio donde te tocan y te roban, andar en bicicleta es jugarse la vida en cada pedalazo y para completar, no es que sea barata.

Ser mujer en Bogotá es un martirio, porque sin importar la facha o la pinta, estamos expuestas al piropo callejero, al toqueteo insoportable y en el peor de los casos, a que nos manoseen las tetas o nos violen.

De la Atenas suramericana que llamaban los abuelos, solamente están quedando las ruinas. Vamos rumbo al abismo y no hay nada que lo detenga. Es la ciudad de la furia, con bellas montañas que a veces parecen no alcanzar.

 

Flore Manfrendi

Ecléctica y bizarra. Codirectora y bloguera

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