La fiera astuta

“Las lágrimas se han secado, pero nos queda la risa. La risa es más fuerte que las lágrimas, y su resultado más positivo. Reíros desde el fondo del corazón, reíros hasta que nos oigan los dueños de las tiendas de nuestra calle feliz”.

“El callejón de los milagros”

Naguib Mahfuz

 

 

La mitad de mi vida me la he pasado resolviendo mis conflictos. La otra mitad, creándolos . Muchas veces he dicho sí, queriendo decir no. Otras, he dicho no queriendo decir sí. En el resto de las veces, que son muy pocas, he hecho lo que me ha dado la puta gana. Y he sido feliz.

Y es que los atardescentes solemos llegar a esta edad, llenos de dudas, llenos de trances y de bretes, porque de alguna manera sentimos que entramos en la recta final de nuestras vidas. Tenemos la absurda teoría que nos vamos a morir de viejos como si la muerte no fuera esa fiera astuta que aparece en las esquinas.

La mitad de mi vida me la he pasado resolviendo mis conflictos. La otra mitad, creándolos .

A mi edad agradezco cada una de mis crisis. Hay unas que me han cogido mal parado, débil, endeble, casi enclenque, por lo que el dolor ha sido intenso y la sensación de asfixia, casi insoportable. Otras, han sido espasmos transitorios, nada que un roscón con bocadillo y medio vaso de leche no logren arreglar. De todas he salido y los raspones hoy son sólo cicatrices.

Mirando en perspectiva, no hay una sola de ellas que no hubiera podido manejar, tal vez si hubiera sido más seguro, si no hubiera sido tan confiado, si no hubiera sido tan llorón, si no hubiera sido tan arrogante, si no hubiera sido tan soberbio, si no hubiera sido tan banal. Pero sí, lo fui y ya no hubo marcha atrás y por eso no tuve más remedio que pedir perdón y perdonar, secarme los mocos y las lágrimas, pararme y seguir hacia delante.

A mi edad, agradezco cada una de mis crisis. De todas he salido y los raspones hoy son sólo cicatrices

Por eso, hoy quiero cantarle al porvenir y como dice Silvio Rodríguez, “como es el porvenir hay que decirle la verdad sin vacilar”. Tal vez llegó el momento de cambiar por fin la piel, despellejarme de a poquitos, aunque duela y duela mucho, mirarme en los espejos, asumir los miedos y desdichas y transformarlos en experiencia y cosas sabias, dejar de buscar la aprobación de los demás, no por arrogancia sino por todo lo contrario, es decir la humildad de conocerme, reír y reír por todo, porque es gratis y sana mucho, armarme nuevamente, amarme una vez más, andar despacio, viajar ligero, callar los ruidos aunque el silencio nunca esté de moda, entender por fin y para siempre, que todos somos iguales, es decir diferentes. En resumen, que todo me importe pero nada me afecte, porque al fin y al cabo, un día más siempre será un día de menos y nunca sabré cuándo es que la fiera astuta salte por detrás de alguna esquina.

 

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Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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