Uno solamente debe estar donde es querido. Mendigar amor, cariño, respeto o dignidad, no funciona en ninguno de los casos. Y así para todo.
La familia es de esas construcciones sociales privilegiadas, en las que siempre será bueno tener buenas relaciones. Sin embargo, no es obligatorio, porque por más que nos parezcamos, no somos iguales, no somos idénticos a los papás, a los hermanos, ni a los hijos, quien los tenga.
Uno solamente debe estar donde es querido
Tengo dos hermanos y por supuesto, no pudimos elegirnos, pero tampoco nos hace siameses, ni nos obliga a pensar de la misma manera. Uno mayor y otra menor. Con el primero, tenemos un cierto airecito que solamente sienten las personas que nos conocen en común. Con mi hermana, somos dos gotas de agua, pero como todo hay que decirlo, ella es la versión mejorada. Mi papá, se murió hace mucho tiempo y aunque guardo buenos recuerdos, no es que llore cada fecha de cumpleaños. Con mi madre, en cambio, tampoco. Yo, liberal y aventurera, ella apegada a las tradiciones y clasista. A ella le gustan unas cosas y a mí otras, cree en formas de ver la vida a las que yo me opongo. Sin embargo, creo firmemente que esa distancia no la hace mala madre, ni a mí, mala hija.
De a pocos nos hemos ido distanciando, no porque hayamos dejado de querernos, sino porque lo hacemos de forma extraña: orando, pidiendo, deseando cosas buenas y porque de alguna manera, hemos entendido que la cercanía no siempre significa más cariño.
No es que no nos queramos menos sino que lo hacemos de manera extraña
Sé que suena raro, pero más raro es querer a los papás o a los hermanos a la fuerza, como una obligación o porque la sociedad y las religiones así lo indiquen o porque nos dieron la vida o porque compartamos sangre o porque cuando chiquitos nos prestábamos la ropa. Amar a la familia, creo yo – y por eso tal vez me queme en el infierno- no es imperativo ni un mandato. Debería ser, como todo en la vida, una elección, una opción individual. Si lo hacemos, bien. Si no, también, porque de lejos también vale.