Somos la sociedad del slogan, del lema y de la frase. Nuestro mundo se jodió cuando lo dejamos en manos de los publicistas y de los marketeros, que todo lo empaquetan, todo lo encajonan, todo lo envasan, todo lo reducen y todo lo comprimen.
La verdad, la hemos vuelto una palabra y la realidad, termina siendo un montón de babas hechas por seres astutos y sutiles. Las ideas han sido reemplazadas por el ingenio de los eufemismos, universos paralelos, formas concretas de asimilar nuestras miserias, de sobrellevar nuestras desdichas, de detener lo inevitable, aún sabiendo que más tarde que temprano, la realidad terminará por tocar a nuestras puertas.
Nuestro mundo se jodió cuando lo dejamos en manos de los publicistas y de los marketeros.
Y es que además de banales y triviales, somos lambones. Nos pegamos a las modas y a los hashtag, que no son más que otras frases inducidas e incitadas. Cuando suceden las tragedias de los otros, se crean tendencias digitales para decir que lo sentimos mucho, que nos duele un poquitico, que sufrimos con las víctimas, cuando no pasa ni lo uno ni lo otro. Pegarnos de una frase no nos hace solidarios con el dolor de los demás, por el contrario, lo hacemos invisible, porque muchas veces nos montamos en la ola sin saber de qué se trata, sin entender la dimensión de lo que pasa, sin percibir siquiera la profundidad de los tormentos. Puras poses, puras fachas, apariencias llenas de aire, palomitas de maíz, pan de barrio.
Además de banales y triviales, somos lambones
Nada ni nadie nos obliga, pero estamos presos de los otros, de la tribu y del rebaño, de la caterva y la manada, de la masa y de la recua, porque no queremos quedarnos por fuera de la foto. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano dice que “hoy se habla mucho de autenticidad. Como toda publicidad del neoliberalismo, se presenta con un atavío emancipador. Ser auténtico significa haberse liberado de pautas de expresión y de conducta preconfiguradas e impuestas desde fuera”.
En resumen, la insipidez nos llegó al cuello y de a pocos y a poquitos, nos estamos ahogando en nuestras propias babas.