En esta sociedad de tartufos, todos tenemos algo que ocultar , algo que encubrir, algo que tapar y por eso, la vida se nos va inventando fantasías, verdades a medias, medias verdades y por supuesto, mentiras.
Nos mata el miedo y el culillo, porque no nos gusta lo que vemos al espejo y preferimos mundos paralelos, vidas análogas, en fin, ser lo que no somos. La verdad termina siendo un bicho raro, exótico, extraño y casi insólito.
Nos sentimos cómodos mintiendo, porque creemos que al embaucar tenemos el control, sin saber o sin querer saber, que al final, la verdad, como la mierda y los cadáveres, siempre sale a flote.
Nos sentimos cómodos mintiendo, porque creemos que al embaucar tenemos el control
Somos fantoches de ocasión, presumidos de tiempos extraños, peleles, cuya única razón es la mentira, hacer creer a los demás que somos más, sin darnos cuenta que somos los demás de los demás, por lo que una simple charla de café termina en una batalla de invenciones.
Vivimos de apariencias, de fachas y semblantes simulados, porque nos hemos acostumbrado a mentir, a decir lo que no es, a timar a los incautos, a los inocentes bonachones que creen cada cosa que nos sale de la boca, aun sabiendo que al final del día, en medio de la noche, mientras acomodamos las almohadas, todos terminamos por saber bien lo que en realidad venimos siendo.
“Si no le gustan mis principios, tengo otros”
Groucho Marx
Por eso, vamos acomodando lo que decimos y lo que pensamos, porque como decía Marx ( Groucho no Carlos) “ si no les gustan mis principios, tengo otros”, ya que aparte de mentirosos, somos pisapasitos, que odiamos enfrentar la que genera una opinión.
En fin, podemos habernos quitado el tapabocas, pero las máscaras siguen intactas.