Las relaciones de pareja también evolucionan. O involucionan, según la perspectiva. Uno de los males modernos que tocan la forma en que nos relacionamos los seres humanos, es la desconfianza, el descreimiento, la suspicacia, el mosqueo o el recelo.
Vivimos una nueva era cartesiana donde hemos instalado la duda como método, una versión moderna de la duda metódica del filósofo francés. Hoy sospechamos de todo y por todo. Estamos presos de un relativismo tenaz en lo que lo único que vale es nuestra propia percepción, nuestro propio subjetivismo. Cada cual tiene su verdad y por eso la vida resulta un ejercicio extenuante y mamador.
Uno de los males modernos es la desconfianza, el descreimiento, el mosqueo o el recelo
Sin embargo, hay que tener en cuenta que algo va de la duda a la sospecha. La primera se construye desde la humildad del que reconoce que no todo lo sabe y por eso pregunta. La segunda, en cambio, se construye a partir de la soberbia del que cree que todo lo conoce y lo domina y por eso afirma. La duda consulta, interroga, interpela. La sospecha asevera, asegura, certifica, sin ningún sustento más allá de la propia percepción.
Nos importa más tener la razón, que encontrar la verdad
En el campo en que me muevo, las relaciones de pareja han entrado en una especie de espiral en caída porque la sospecha se ha apoderado de ellas. El mundo moderno, las redes sociales, la virtualidad, tienen mayor peso que la vida real. Vivimos en un mundo donde las percepciones se vuelven realidad de tanto repetirlas. Construimos las opiniones a partir de lo que nos parece, sin importar que sea cierto o no, porque lo significativo es que sea creíble y no real. Nos importa más tener la razón, que encontrar la verdad, que construir un mejor motivo. Nos gana la arrogancia y la soberbia.
Por eso, la sospecha y la desconfianza lo único que aseguran es la soledad porque si se tiene razón y en un golpe del destino comprobamos que lo que pensamos es cierto, hay que decir adiós. Si no se tiene, ya habremos destruido a la otra persona, sin posibilidad de marcha atrás.