Manifiesto atardescente

Cuando todo está perdido, no hay nada que perder. Son esos momentos, muy de atardescentes, donde todo lo que venga se recibe como un milagro.

Y no es pesimismo, ese borde en la ventana donde siempre termino siendo colocado por lo que digo, lo que escribo o lo que hago. No. Tampoco es que ahora la vida me valga mierda. Menos.Por el contrario, es la necesidad de soltar, de viajar liviano, de aligerar la carga que he llevado desde siempre. Es comprender la inutilidad de quedarme en lo que pudo haber sido y no fue, en lo que pude haber hecho y no intenté, en lo que hice y no debí, en lo que dije y debí callar o peor aún, en lo que no dije y debí gritar.Es sentir una conexión profunda con lo que quiero y puedo, un conexión profunda que muere cada noche y se renueva al otro día. Hasta que quiera. Hasta que pueda.

A esta altura de mi vida y luego de reconocer, pedir perdón y en lo posible reparar el daño hecho, solamente quiero vivir intensamente, gozar mi poquedad, mi liviandad o mi grandeza, respirar tranquilo, soñar despierto, reír a carcajadas, llorar cuando  valga la pena hacerlo, amar a mis hijas por encima de todo y a la mujer que esté dispuesta a aceptarme tal y como soy y no  tal y como ella quisiera que yo fuera, sin miedos, sin dudas y que además, quiera construir un paraíso junto a mí, porque de infiernos ya he tenido suficientes.

Emprender cosas nuevas, volver a ser un niño.querer a mis amigos, perder el miedo a equivocarme y a caer, porque del piso no se pasa, esperar poco de los otros, pero  saber recibir lo que  quieran darme, no como una migaja sino como una bendición, esquivar lo malo con la experiencia que me ha dado el separar la escoria del manjar. Alejar la intolerancia, el sectarismo, los gritos, las mentiras, eludir  los tramposos, los fantoches, los mala leche, los ventajosos, los hijueputicas de ocasión  que pululan por doquier, no porque yo sea mejor que nadie, sino porque con mis pequeños demonios me sobra y basta.

No  quiero ser ejemplo para nadie, ni imponer mis reglas a los otros, ni ser modelo de nada, ni gurú, ni sabiondo, pero tampoco quiero callar lo que tenga que decir, ni ser comequehaya ni mucho menos el  simellamanvoy. Solamente cumplir mi sueño dorado de que todo me importe pero que nada me afecte.

Andar en tenis por la vida, sonreír a quien me de la gana, silbar por la calle hablando solo, ayudar a los que pueda, gritarle al mundo mis afectos y en voz baja mis defectos, darle gracias al  Dios que me imagino y no al que intenten imponerme, vivir con poco y necesitarlo muy poco, hacer el amor con la mujer que amo hasta que las fuerzas me abandonen y escribir, escribir porque me salva, escribir más allá de los likes y los halagos, pero sin ser tan tonto como para decir que a mi ego no le gustan.En ese momento seré feliz.

Por eso, es tiempo de emprender nuevos caminos.Sin prisa, sin pausa, soltando el reguerito de a poquitos porque  al fin y al cabo, no hay nada que perder.

 

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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