Dos cosas me han cambiado la vida últimamente. Perder a la mujer que amo y la certidumbre de poder morir mañana. Frente a lo primero lo he venido resolviendo de a poquitos, quedándome únicamente con lo bueno, pidiendo perdón y perdonando y sobre todo, asumiendo la parte que me toca. Y frente a lo segundo, aceptando esa obviedad de Perogrullo que siempre ha estado ahí, pero que pasé por alto todo el tiempo.
Entiendo que para los que me aman es asustador oírme hablar así porque en el fondo creen que estoy triste y abatido, pero, por el contrario, estoy feliz. Esa perspectiva me abrió una puerta enorme.: Vivir la vida cada día, dando gracias cada noche y dejando atrás lo que pasó. Lo bueno y lo malo, que no son más que perspectivas.
Siempre creí que era un tipo de buen corazón, hasta que mi cardiólogo me dijo lo contrario. Hoy, por ejemplo, sé que ser un tipo aséptico, casi virginal, que no le hace daño a nadie, no resulta suficiente en un mundo cada vez más jodido y despiadado, por lo que corresponde es intentar ser milagro cada día en la vida de la gente que se cruza en mi camino y no porque sea mejor o tenga la responsabilidad de hacer feliz a nadie, sino porque mi malparidez o mi alegría son solo mías y una palabra o una sonrisa pueden salvarle la mañana a esa persona. Entendí también, que me la he pasado escribiendo para ser, diciendo y dando cátedra, pontificando y criticando, tal vez con gracia, tal vez con una pizca de sabiduría, tal vez con sinceridad, pero hoy también he descubierto y ya era hora, que es más importante ser que decir porque siendo, digo, y encajar, no necesito.
Siempre creí que era un tipo de buen corazón, hasta que mi cardiólogo me dijo lo contrario.
No es fácil porque llevo toda mi vida viviendo así de esa manera, como si todos me debieran, creyendo no ser suficiente para nada ni para nadie, intentando agradar a los demás, inventando mentiras blancas y blanditas, jugando a ser buena persona, haciendo cosas y proyectos, resolviendo las urgencias de la vida, viviendo del pasado que no está y esperando un futuro que no llega y el cual creo merecer. Desaprender es arrancarme la piel con cortauñas. Duele, duele como un putas, pero sana y sana pronto y por eso doy las gracias.
Hoy le dije a mis hijas que las amo, oré por Dai y la quise un poco más o tal vez un poco mejor, pensé bien de mis amigos y familia, le dije buenos días al cajero del D1 que me atendió con tres patadas, leí un libro de Javier Marías y dos o tres poemas de Elvira Sastre que me encanta, escuché a Blades y a Serrat, cociné algo que me gusta y me tomé un vino o tal vez dos, mientras afuera llovía a borbotones.
Mañana será mañana. O tal vez no…