“Luego de permanecer muerto muchos años, sintió algo extraño: el sol que siempre entraba por su ventana amenazaba con acariciarlo. En realidad, todos los días pasaba lo mismo. Igual con la lluvia o con el frío. O con el amor y la alegría. Sufría una especie de alexitimia, que es la incapacidad para identificar y describir las emociones y los sentimientos.
Algo cambió entonces. Moría sí, todos los días, pero renacía cada madrugada”…
Y es que tal vez entender que todo es temporal y finito, que todos morimos un poquito cada noche, que nada ni nadie es eterno ni perenne, que los demás también se extinguen, que todo es líquido y mutable como dice Bauman, nos ayudaría a saciarnos cada día con lo que tenemos y a dejar de llorar y sufrir por todo aquello que sentimos que nos falta.
“Vacía tu mente, sé amorfo, moldeable, como el agua. Si pones agua en una taza se convierte en la taza. Si pones agua en una botella se convierte en la botella”
Bruce Lee
Morir cada noche es una buena idea para vivir la vida como si el mañana y los ayeres no existieran. No guardaríamos para otros días, los afectos ni los esfuerzos, ni las gracias ni el perdón, ni las ternuras ni las risas. Saldar las deudas, desdecir lo dicho sin sentido, entender que el amor es pan de un día y que su eternidad consiste en inventarlo cada madrugada.
Morir cada noche suena a poesía, pero en realidad es un cuadrito de Excel con el debe y el haber en igualdad. Un partido cero a cero lleno de emociones, donde todos dejamos hasta la última gota de sudor, donde nadie deja nada por hacer, donde nadie se queda con la duda de haberlo podido hacer de una forma diferente.
La vida es un cuadrito de excel con el debe y el haber en igualdad
Morir cada noche nos libera del peso de llevar a cuestas nuestras maletas tan cargadas de naderías y soberbias, de miedos y culillos, de dolores y de odios, de mezquindades y avaricias, de bobadas banales y superfluas, de tanta mierda sin sentido.
Vivir al límite, chupar la savia de los días, ahítos de alegría, saciados de tanto dar y recibir. Y morir exhaustos para renacer al otro día…