¿Ogro o genio?

Cuando una habla del fútbol colombiano, necesariamente debe hablar de Gabriel Ochoa Uribe. A sus 90 años falleció en paz. Sus últimos años los vivió en uso de un retiro silencioso, respetuoso y casi sepulcral, el “médico” como también se le conoció, marcó sin duda una época en nuestro deporte nacional.

 

Odiado por muchos y venerado por otros, Ochoa, siempre habló franco y alto, se equivocó mucho y acertó un montón, pero nunca pasó inadvertido. Durante su carrera profesional, fue una especie de sayayin, dispuesto a pelear con quien fuera con tal de defender sus ideas en torno a la disciplina, al orden y al fútbol defensivo.

Ochoa, siempre habló franco y alto, se equivocó mucho y acertó un montón, pero nunca pasó inadvertido.

Con trece títulos ganados en primera división, uno con Santa Fe, cinco con  Millonarios y siete con América, Ochoa, fue sin duda uno de los técnicos más ganadores de nuestro fútbol.

Nacido en Sopetrán, Antioquia, debutó en el fútbol como arquero del América de Cali, luego de haber probado como jockey de hipódromo, una actividad a la que le ayudaba su corta estatura y su delgada figura. Luego pasó a Millonarios en la llamada época de El Dorado donde alternó con Di Stefano, Pedernera, Rossi y otra gran camada de estrellas. Posteriormente fue el segundo arquero colombiano en ser transferido al fútbol extranjero, luego de Efraín “ Caimán” Sánchez, al jugar en el América de Rio. Finalmente, volvió a Millos, donde se retiró y se hizo técnico. Por esa época también se había graduado de médico.

Pasó a Millonarios en la llamada época de El Dorado donde alternó con Di Stefano, Pedernera, Rossi y otra gran camada de estrellas

A punta de disciplina y polémica alcanzó 10 títulos entre técnico y jugador, por lo que los hinchas del equipo bogotano, lo han visto siempre como estandarte, pese a haber dirigido a Santa Fe con quien también fue campeón en 1966.

 

En 1977 y en medio de una que otra polémica, se retiró transitoriamente del fútbol, retiro que le duró apenas un año largo, cuando lo convencieron de dirigir al América de Cali. Uno de los grandes misterios fue cómo pudo mantener a raya a los hermanos Rodríguez Orejuela, de quien siempre supo, pero con quienes nunca se enredó, al punto que ni siquiera las autoridades gringas pudieron meterlo en la Lista Clinton como sí hizo con muchos de los jugadores y periodistas que ayudaron a la “ mechita” a  alcanzar siete títulos y tres finales de la Copa Libertadores.

 

A la selección Colombia también la dirigió: Campeonato preolímpico de 1959, Campeonato suramericano de 1963 y eliminatorias al Mundial de México en 1985.

 

Malgeniado, gruñón, arrogante, disciplinado, mandón, metódico, estudioso, obsesivo, soberbio, altanero, cuidadoso, ordenado, triunfador, preciso, ganador. Eso y mucho más fue Ochoa en nuestro fútbol. Tal vez un ogro. Tal vez un genio…

 

 

Mauricio Liévano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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