Perdón por lo poquito

Tal vez el problema no sea viajar siempre en sentido contrario sino el construir las razones para ello. Sin embargo, nos hemos acostumbrado a la mediocridad de una vida cómoda, de esa inmensa arca de Noé en la que viajamos sin sentido, aburridos de la vida que nos toca porque nos abruma la idea de intentar algo distinto, es decir, de asumirnos como somos.

 

La mitad de las cosas que nos pasan nos emputan y nos hieren pero preferimos los silencios, esos de “ a todo decir que si – a todos decir que sí- digo yo- para poder construir esa terrible armonía que pone viejos los corazones”,  de los que hablaba Pablo Milanés.

Construimos relaciones por lo que representan las personas y no por lo que son. Por lo que puedan darnos o por el beneficio que nos ofrezcan. Es mi esposa o mi compañera, es la tía de aquel, la hermana de aquella, el novio de ella, la mamá del de más allá, la hija del de más acá.  Cosificamos a los otros en una gran puesta en escena que termina cuando se guardan los disfraces. Byung-Chul Han lo define como la  ideología de “comunidad” o “bienes comunes de colaboración”  que conduce a la capitalización total de la existencia. Hace que sea imposible ser amigable sin un propósito”.  Y es así, porque en estos días que nos tocan, todo ha perdido su valor, pero también, todo ha subido de precio. 

 

Tal vez el problema no sea viajar siempre en sentido contrario sino el construir las razones para ello.

 

El amor y los afectos duran lo que dura el nexo que los une como si los cariños y el respeto no pudieran sobrevivir a las despedidas. Todo es transacción o trueque. Moneda de cambio. Nos morimos de culillo de seguir amando a las personas aún después de los adioses. Y claro, los amores se acaban como también se acabó el pan de $200, pero los finales no invalidan los recuerdos.

Y las tribus, qué decir de las tribus, esas familias por encargo que la vida a veces  nos regala para las que eres importante y de un momento a otro te borran y se esfuman porque se sienten incapaces de quererte cuando dejas tu papel y porque los ex (de lo que sea) no merecen su cariño. Amores cobardes y tembleques o relaciones de carnet que acaban cuando ya no tienes qué ofrecer.

 

Las tribus son esas familias por encargo que la vida a veces nos regala

 

Sin embargo, tocar fondo trae sus ventajas si se aprende a escarbar y a escudriñar, pero tal vez, tal vez, hay que tener el valor de desprenderse de las certezas, caerse y resbalarse, secarse los mocos y limpiarse las rodillas. Y a veces, entonces, uno cae en cuenta y se rebela.

En mi atardescencia, he aprendido a amar a todas las personas por igual. Es decir distinto. No por la manada en la que estuvimos o por la familia que fuimos algún día. Amo a quienes quiero por lo que son y han sido y no quiero tanto a otros, sin importar los lazos que nos unan. Los que hoy fueron importantes, mañana lo serán, aunque sea en el recuerdo.  Me he casado dos veces, una por la iglesia y la otra aferrado a una nueva esperanza , una por el rito y otra sin papeles que nos ligaran, pero ambas por amor y creyendo que serían para siempre.Me he separado y me he ido, pero de alguna manera siempre me he quedado porque mi amor es para siempre, así no estemos juntos. Tengo amigos, pocos y me bastan porque su cariño nunca sobra. He tenido personas sabias a mi lado que odié un poco en su momento. Hoy los reconozco y también los quiero. Intento no ahorrar en los afectos y menos atesorar rabias o peleas. Eso me hace ser un tipo raro – no mejor-  y  lo agradezco. A los que he logrado decepcionar, que perdonen lo poquito…

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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