El perdón es como el sexo: hay que darlo, hay que pedirlo y hay que auto proporcionárselo. A partir del perdón, de la posibilidad de coexistir, de convivir con puntos de vista diferentes a los propios, es que las sociedades se construyen.
Para pedir perdón hay que bajarse de ese pedestal de humo que es el ego. Para perdonar hay que entender al otro y para perdonarse se necesita valor y muchos huevos.
Charla con Adrián Peláez