Redescubriendo el Parque de los Hippies

Casi cincuenta años después, volvimos a  descubrir  el Parque de los Hippies. Muchos de los que han estado marchando hoy, básicamente están recorriendo los mismos pasos de sus padres, cuyos espíritus libertarios sucumbieron, en la mayoría de los casos,  a las comodidades del establecimiento y el consumismo, que tanto combatieron en medio de la psicodelia y la bareta.

 

El Parque de los Hippies no nació ayer con los cacerolazos, o el concierto de los artistas colombianos. Su historia se remonta a principios del siglo 20. En 1911 recibió el nombre de Plaza Colón. En ese tiempo, Bogotá era una ciudad bucólica, llena de haciendas y de fincas, de vacas y potreros, de terratenientes criollos y cuasi esclavos campesinos. En 1945 y con la magia del progreso, la plaza cambio de denominación y recibió el nombre de Antonio José de Sucre en honor al militar venezolano, prócer del Ecuador. El por qué del cambio nunca se supo, pero es fácil deducir que se trató de la iniciativa inútil de un político de la época deseoso de pasar a la historia con propuestas como esa.

El Parque de los Hippies ha sido desde siempre un foco de rebeldía juvenil

Pasó el tiempo y a Colombia también llegaron los rumores del hippismo, derivado de la época del rock and roll, que también tiene su historia: En los Estados Unidos de los años 50, la mezcla fue cogiendo  forma. Por un lado los negros aportaban ritmos como el swing, el jazz o el ragtime y los blancos sumaban a la causa los medios tecnológicos y económicos para darle un final feliz a ese talento. La percusión negra se fusionó rítmicamente con las guitarras blancas y dieron paso al denominado Rhythm and Blues, que serviría, tiempo después como el mejor trampolín para un movimiento que cambiaría al mundo.

 

 

Por ese entonces, Alan Freed, era un popular disjockey de la ciudad de Cleveland, que mañana tras mañana alegraba los días a los jóvenes norteamericanos con la música de gente como Nat King Cole, Mudy Waters, John Lee Hooker y en general músicos cuyo color de piel solamente era digerido a través de la radio. Percibiendo el olor del dinero detrás de este nuevo movimiento, Freed organizó una serie de conciertos a los que denominó genéricamente con el nombre de “ rock and roll, luego de espulgar muchas canciones del Rhythm and Blues y ver que las voces inglesas “ to rock” ( dar vueltas) y “ to roll” ( balancearse) se repetían constantemente. Por suerte o por coincidencia, Freed había bautizado al género musical más importante del siglo.

Bill Halley que inmortalizó el famoso tema “ Rock around the rock”, tal vez el clásico de clásicos dentro de este género. Tiempo después surgió el “rey”, Elvis Aaron Presley, quien con su cabello, con sus movimientos casi lascivos y su voz, se convirtió prontamente en el ídolo de millones y millones de jóvenes en el mundo entero. Pronto, la fama se extendió y empezaron a aparecer diversas vertientes del rock and roll, entre ellas el denominado folk, que  hicieron crecer todo el movimiento. Allí nacieron figuras de la talla de  Beach Boys, Marvin Gaye, Bob Dylan, Joan Baez y un niño de escasos once años, ciego para más señas: Stevie Wonder

 

 

Faltaría, sin embargo, el  impulso definitivo que emergió de un oscuro bar en el puerto de Liverpool. Eran cinco mechudos, John, Paul, George, Stuar y Pete, quienes se hacían llamar Los Querrymen. En medio del olor a marineros y sus sórdidas historias, se les apareció una especie de hada madrina llamada Brian Epstein, quien además de rebautizarlos como Los Beatles, los puso en contacto con George Martin, descubridor de talentos de la Emi Music.

Los hippies de ese entonces se volvieron ejecutivos y grandes empresarios

Todo ese influjo, también llegó a Colombia a través de la radio musical, en especial Radio 15 dirigido por Alfonso Lizarazo y también del movimiento nadaista. Surgieron grupos como Los Speakers,Los Ampex, Génesis, Siglo Cero que impulsaron la llamada moda Go Go y  la Ye- Ye. Esa generación era la que llenaba el Parque de la 60 en los llamados happenings, en los que se reunían los jóvenes de la época para escuchar a los grupos del momento, fumar marihuana y pedir paz y amor en medio del penetrante olor del perfume pachulí. La policía de ese entonces tampoco se reprimía y aunque no tenía armas no letales y no convencionales, sí daban bolillo a diestra y siniestra. Desde esa época, se le empezó a denominar aquel lugar como el Parque de los Hippies, aunque unos pocos años después fue rebautizado como el Parque de las Flores en honor del poeta Julio Flórez, aunque algo vaya de flores a Flórez.

 

 

La euforia no duró mucho. Los hippies se “ajuiciaron” se volvieron grandes ejecutivos, se dejaron absorber por el sistema y la máxima rebeldía se  convirtió en una manillita te colores. La zona se la tomó la “ esquina del Tango”,la estación de gasolina, edificios con balcón y  zonas de oficinas, un poco más abajo de “Pastas el Cisne”, porque hasta el llamado Pasaje de los Hippies también se murió de inanición.

Falta ver cuanto dura este impulso. Por lo pronto, los recuerdos despertaron con el ruido de las cacerolas gritando indignación.

 

 

 

 

Mauricio Liévano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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