Hace poco tuve un momento difícil en mi vida, de esos tiempos donde nada parece tener sentido, donde se agotan las ganas, se pierde la esperanza y la fe no nos alcanza. En resumen, pasé por la inmunda.
Sin embargo, como dicen los meteorólogos cuando llegan las temporadas de lluvia, todo es temporal. De a pocos entendí que esa crisis fue lo mejor que pudo pasarme, porque aunque mi vida no andaba muy desvirolada, ni andaba en las drogas, ni en el trago, en realidad estaba peor, dando tumbos empujada por el ego y la insolencia. Pasé por todos los estados. Lloré, me emputé, volví a llorar, culpé, me flagelé, pensé, lloré otra vez, agradecí y de alguna manera he vuelto a sonreír.
Pasé por la inmunda, pero siempre hay la oportunidad de renacer
Pero como de todo se aprende, empecé a pensar en las cosas inservibles que he cargado de por vida: Rencores, miedos, odios, antipatías, resentimientos, tirrias, rotos, mentiras, culpas, arrogancias, mitos, desconfianzas, respingos, jactancias y en realidad es mucha la mierda que llevo en mis alforjas. Afortunadamente también cargo un montón de cosas buenas que me permiten levantarme cada día.
Caminando, un día algo pasó. Dios, el destino o lo que fuera, me empujaron a tomar la decisión de liberarme. Se acabaron las disculpas y las personas a las que pudiera echarle la culpa de todo aquello que me pasa. Cambiar de planes y de reglas. Salir del escondrijo donde me había refugiado, para ser siempre la víctima. Y así, he empezado a quitarme las costras y la mugre, lo que no resulta fácil porque son tantos años con lo mismo, que ya se me confunden con la piel. Y duele, duele mucho, porque con cada pústula inmunda que me quito, se va un pedacito de mí misma y sangro hasta llorar. A veces lo hago de a poquitos intentando que no me duela tanto, pero al final consigo lo contrario. No es fácil, ni será rápido y con seguridad, muchas veces tendré que comenzar una vez más. Puede incluso írseme la vida y no lograrlo. No sé siquiera a dónde llegaré, ni quién estará conmigo al final de este camino. Tal vez sola, tal vez acompañada de los seres que yo amo. Lo único cierto es que si sigo esa senda, estaré mucho más ligera y de pronto en paz conmigo misma, la cuota inicial de la felicidad que ando buscando. Lo único cierto es que entre más capas me quito, más tengo para dar a los demás. Me miro al espejo y me veo diferente. Vivo al día, agradeciendo lo que tengo y sin pensar en lo que me falta por tener.
Se acabaron las disculpas y las personas a las que pudiera echarle la culpa de todo aquello que me pasa.
No soy tan ingenua como para pensar que todo será un camino de rosas. Que me entiendan o no, tampoco es requisito. Con que me lo crea yo misma, tal vez es suficiente. Y entonces mi jardín renacerá.