La vida es un círculo con principio, desarrollo y final. En esa medida, todos los actos humanos funcionan ( o deberían funcionar) de la misma manera, sobre todo en los finales.
Nos encantan los puntos suspensivos y le tenemos un miedo inmenso a los puntos finales. En las relaciones humanas, por ejemplo, nos llenamos de dolor por no saber decir adiós, por prolongar las agonías, por dilatar las despedidas. En ese proceso, habitualmente actuamos por impulso, por empujones iracundos y por medidas sin sentido, que por lo general dañan a los otros.
La vida es un círculo con principio, desarrollo y final
Y es obvio que nadie quiere despedirse y menos cuando hubo amor de por medio. Nos aferramos a las pequeñas cosas, a los mejores recuerdos, a nuestras mejores caras, para darle respiración boca a boca a un cadáver en rigor mortis.
Conozco parejas que se aman y se aman de verdad. Y lo intentan y lo intentan y lo vuelven a intentar, repitiendo la misma fórmula de errores y descuidos, de apatías e indolencias, con un resultado apenas natural de rabia y desconcierto.
Sin embargo, llega el momento en que Dios o la vida, deciden por nosotros y nos obligan a parar, no porque quieran vernos despedir, sino por todo lo contrario: porque nos quieren abrir la ventana a nuevas bendiciones. Juntos o en caminos diferentes. Un regalo que tardamos en abrir, porque estamos ocupados buscando explicaciones y culpables. Ese es el momento exacto para dar las gracias, para pedir perdón y también para perdonar, para admirar las cosas bellas que un día nos unieron y olvidar y para siempre, los errores cometidos y volver a florecer.
A veces el amor no es suficiente y por eso bien vale la pena cerrar un ciclo para arrancar de nuevo
No hay fórmulas mágicas y si las hay no las conozco. Lo que sí sé es que cuando en verdad existe amor, siempre habrá oportunidades de emprender nuevos caminos, no para retomar donde dejaron, que está visto lo poco que funciona, sino para intentarlo nuevamente con el corazón sano, la mente limpia y el alma dispuesta, porque el aprendizaje ya habrá hecho su tarea.
Si el amor se terminó, nos quedaremos con lo bueno, no para anclarse en los recuerdos, sino para no repetir los errores del pasado.
Cerrar un ciclo es despedirse para siempre o para abrir el corazón a una nueva bendición.