Sin remedio

Ella lo sabe, pero debo decirlo una vez más porque yo no sé mañana qué pueda pasar. Del pasado ya no vale la pena hablar. Ella lo sabe, pero debo repetirlo a riesgo de que suene a sonsonete, hoy cuando ya no espero nada. O cuando tal vez, lo espero todo.

Ella lo sabe, pero es terca y obstinada, es porfiada y testaruda. Cree que no – o se hace la que no – porque tal vez ni ella misma sabe lo bonita que es por dentro. Por fuera, es una obviedad, casi un axioma, una sentencia. Es una especie de Remedios la bella, la mujer más hermosa del mundo y quien se acerca a ella muere en forma irremediable porque su fuego es como los de el Galeano que le gusta, que arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende. Es la mujer más sensual que conozco. Durante años, un feo como yo, se dio el gusto de pavonearse caminando por la calle de su mano. “Tonto con suerte”, decían. Y sí.

 

Necesitaba irme para querer estar aquí,

al igual que tú necesitabas perderme

para aprender a echarme de menos.

Marwan

  

Ella lo sabe y no lo dice porque reconocerlo – piensa- la hace débil y prefiere su altivez a su cordura. Enamorarse de ella, es tocar el cielo, pero olvidarla es caminar hacia el infierno. Es compleja y complicada, confusa y espinosa, oscura y reluciente. Con ella no hay manera fácil, pero ese es parte de su encanto.  Te puede amar y odiar en un instante. Tiene rotos- como todos- que nunca aceptará, porque en el fondo cree que sus zurcidos no se ven.  Supe que me amaba las dos o tres veces, nunca cuatro, que no tuvo miedo a derrumbarse para que yo la ayudara a levantar.

Amarla fue un enredo que yo mismo me busqué y que bendigo cada día. A su lado, fui feliz, la hice centro de mi vida y recibí todo de ella: su bondad y su ternura, su inteligencia generosa, su terquedad a toda prueba y su cuerpo maravilloso del que conozco cada poro. Dejarla, en cambio, ha sido el averno en plena ebullición. Por todas esas razones y las que guardo para mí, le entregué todo, con lo bueno y con lo malo, con lo oscuro y lo brillante, aunque tal vez no supe explicárselo. Lo que también hoy sé, es que no quiero convencerla, porque como dice Saramago, “el trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro”.

«Y en contra de adivinos y los consejos amigos

el cielo abrió su útero para dejarse inseminar

por la certeza de quien comprende

que el amor pervive a la distancia

rompiendo las puertas del tiempo».

Marwan

Despedirse queriéndose quedar no parece ser una decisión sabia. Sin embargo, dije adiós, tres o cuatro veces cuando no tuve más opción que escoger entre morirme o marchitarla, teniendo siempre claro, que irme era la forma más segura de volver. Una apuesta arriesgada y atrevida, irreflexiva y temeraria, que me ha costado lágrimas y llantos y me ha dejado dolor y cuatro libros. Dicen que sufro de estenosis aórtica, pero en realidad es algo más sencillo y doloroso: un corazón roto. Hoy no sé si fue una buena decisión porque no parece haber camino de regreso, pero creo en Dios y en sus milagros.

Ella lo sabe, pero nunca lo ha creído, porque duda que alguien la ame como yo, que alguien la espere como yo y que alguien vuelva a ella – una y otra vez, una y otra vez- como yo. A veces el ego y la soberbia nos priva de las cosas importantes. Por eso, yo he decidido pedir perdón- antes que sea tarde y para siempre- por mis errores, por no haber luchado suficiente y por el dolor que le causé. Y perdonar, perdonar las pequeñas raspaduras que tengo, que también han sido dolorosas. Ella lo sabe, lo presiento, que el amor de uno no basta, que para que florezca y crezca se necesitan cuatro manos y dos cuerpos. Recíproco, transversal, igualitario y horizontal.

Hoy no sé si la amo más, la amo mejor o simplemente estoy recogiendo mis pasos. Los que nos quieren, cruzan los dedos para que no nos volvamos a encontrar y que dejemos ya de joder, que mejor solos, que no insistamos más. Todos me aconsejan (y seguramente a ella también) que la suelte y que la olvide, pero uno nunca suelta a los amados.

Ella lo sabe, lo sé, pero no está de más pedirles el favor, la pequeña caridad, que si la ven le digan, que en algún lugar la espero, que el único fracaso es no intentarlo nuevamente porque siempre será mi Remedios, mi  bella y que la amaré todos los días. Sin remedio…

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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