En realidad, nunca pensé que terminaría yendo a una terapia. De alguna manera me había acostumbrado a mis demonios y en el fondo pensaba, que los terapistas cobraban por sentarse a escuchar un cuento que uno les echaba, haciendo dos o tres preguntas cargadas de obviedad.
Igual pasaba con el tema espiritual, Dios para ser concreta, del que me alejaba o me acercaba dependiendo el grado de tristeza o de angustia que tuviera.
Hay personas que necesitan terapia por su adicción a las terapias
En realidad me bastaba torturarme pensando todo el día, desatando nudos y atando cabos, haciéndome preguntas y elaborándome respuestas. Y así he ido por la vida, de tumbo en tumbo, de pico en abismo, de subidas a bajadas, de la tristeza a la alegría, de la malparidez al aburrimiento, del hastío al regocijo. Y he sobrevivido. Maltrecha, pero viva.
A mis amigas, en cambio, les gustan las terapias. Las aman y las han convertido en parte de su juego cotidiano. Creo que incluso muchas de ellas, necesitan una terapia por su adicción a las terapias. El caso es que de tanto oírlas y luego de mis últimos percances, decidí intentarlo, con todas las reservas posibles. Me encontré con una persona buena onda, dispuesta a escuchar con atención. De a pocos, con tres o cuatro preguntas que me hizo, terminé contándole mi vida, descubriendo mis más profundos rotos. Obviamente no iba a resolver mi existencia en sesenta minutos de charla virtual, por lo que llevo casi dos meses de terapia semanal en las que he descubierto muchas cosas. Lo primero ha sido que antes que cualquier cosa, lo importarme es quererse uno, respetarse uno, decirse la verdad, perdonarse uno, agradecer lo que uno tiene y soltar lo que nos falta, vivir el presente, honrar el pasado y no quebrarse la cabeza pensando en el futuro. Dejar llegar lo que viene y dejar ir lo que se va. Sin embargo, a veces siento que la terapia me ha empujado a ser muy racional y me falta- y lo deseo- un toque de locura y de riesgo, de incertidumbre y de necesidad de un poco de cariño de los otros, pero eso será un tema de consulta en una próxima terapia.
Lo primero, en cualquier terapia, es decirse la verdad y asumir lo que nos toca
No creo tener mi vida resuelta y tal vez esa sea la clave, entender la existencia como un proceso inacabado y en constante construcción, asumir la imperfección, soltar lo ajeno, frentear lo propio, perder los miedos y aterrizar los sueños. Recoger los pedacitos, respirar y mirar hacia delante…