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¡Tengo cáncer de mama!

A los 54 años, uno cree que ya conoce todos los recovecos de su vida. Que las sorpresas grandes se quedaron en la juventud, en los amores torpes o en las noches sin dormir por un hijo con fiebre. Pero la vida, esa vieja tramposa, siempre guarda una carta bajo la manga. La mía se llamó cáncer de mama. Sí, yo, un hombre con más canas que ilusiones, con cáncer de mama. Y aquí estoy, con un café humeante en la mesa y una historia que no esperaba contar.

Todo empezó con una molestia, un bulto que noté al afeitarme el pecho. “Será nada”, pensé. Los hombres no pensamos en el cáncer de mama; ese es un terreno que, en nuestra cabeza, está reservado para las mujeres. Pero el bulto no se fue, y el doctor, con esa calma que tienen los que saben demasiado, me mandó a hacerme estudios. Cuando llegó el diagnóstico, sentí que el suelo se abría. “Cáncer de mama”, dijo. Y yo, que siempre he tenido respuesta para todo, me quedé mudo. ¿Cáncer? ¿En mí? ¿En el pecho? Parecía un chiste de mal gusto, pero el universo no estaba bromeando.

Dicen que uno de cada mil hombres lo padece. Yo fui ese uno. Y de repente, mi vida, que giraba entre el trabajo, los asados del domingo y las charlas con mis amigos, se convirtió en un calendario de citas médicas, biopsias y quimioterapias. La mastectomía fue lo primero. Despertar con una cicatriz donde antes había piel lisa fue como perder un pedazo de mi identidad. Me miraba en el espejo y no reconocía al tipo que me devolvía la mirada. Pero la vida no te da tiempo para lamentarte. Te empuja, te exige, te obliga a seguir.

La quimio fue un viaje al infierno con boleto de ida y vuelta. El cansancio que te aplasta, las náuseas que no te sueltan, el pelo que se cae como si tuviera prisa por irse. Un día, mi hijo menor me vio en el baño, con la cabeza a medio rapar, y me dijo: “Papá, pareces un guerrero”. Y yo, que me sentía más frágil que nunca, me reí y le dije que sí, que era un guerrero con un dragón en el pecho. Pero la verdad es que no siempre me siento así. Hay días en los que el dragón parece ganar, en los que el miedo me susurra que tal vez no llegue al próximo cumpleaños, al próximo verano, al próximo café.

Y sin embargo, aquí sigo. Porque, aunque el cáncer me ha robado pedazos de cuerpo y de certezas, no me ha quitado lo que soy. Sigo siendo el tipo que se emociona con un gol en el último minuto, el que le pone demasiada azúcar al café, el que escucha a su hija contarle sus sueños y siente que el mundo sigue teniendo sentido. Sigo siendo el marido que, después de 30 años, todavía se sorprende cuando mi mujer me mira como si fuera el primer día. Y sigo siendo el abuelo que carga a su nieto, aunque a veces el cuerpo proteste.

Ser hombre con cáncer de mama es caminar por un sendero que pocos entienden. La gente te pregunta, con esa mezcla de curiosidad y desconcierto: “¿Pero cómo? ¿De mama?”. Y tú explicas, con paciencia, que sí, que los hombres también tenemos tejido mamario, que el cáncer no pregunta género antes de atacar. Pero también he aprendido que no necesito que todos lo entiendan. Me basta con los que están, con los que se quedan, con los que me abrazan sin decir nada.

Escribo esto desde mi cocina, con el sol colándose por la ventana y el aroma del café llenando el aire. La cicatriz en mi pecho sigue ahí, como un mapa de esta guerra que no pedí. Pero también está el calor de la taza en mis manos, el sonido de los pájaros afuera, la certeza de que hoy estoy vivo. Y mientras pueda seguir tomando café, riendo con los míos y viendo el amanecer, seguiré peleando. Porque la vida, con todo y sus trampas, sigue valiendo la pena.

Debes saber

El cáncer de mama en hombres es poco común, representando menos del 1% de todos los cánceres masculinos y aproximadamente el 1% de todos los cánceres de mama  . La incidencia anual en hombres es de alrededor de 1 caso por 100.000 habitantes en Estados Unidos y Europa, mientras que en países como Colombia es menor, con 0,1 casos por 100.000 habitantes  .

En hombres de 50 a 65 años, el riesgo aumenta con la edad, siendo más frecuente en el grupo de 60 a 70 años, con un pico alrededor de los 65-67 años  . Solo el 10% de los casos ocurren en menores de 50 años  . La presentación clínica típica es un nódulo indoloro cerca del pezón, y el tipo más común es el carcinoma ductal invasivo  .

Factores de riesgo importantes incluyen edad avanzada, mutaciones genéticas (como BRCA1 y BRCA2), antecedentes familiares de cáncer de mama, radioterapia previa en el tórax, terapia hormonal, síndrome de Klinefelter, enfermedades hepáticas y obesidad  .

En resumen, aunque es raro, el cáncer de mama en hombres aumenta su incidencia con la edad, especialmente entre los 60 y 70 años, y su diagnóstico suele ser tardío debido a la baja sospecha clínica  .

 

Qué factores de riesgo son más comunes en hombres entre los 50 y 65 años

Los factores de riesgo más comunes en hombres entre 50 y 65 años incluyen:

 

  • Edad avanzada , que es el factor de riesgo principal para muchos tipos de cáncer y enfermedades crónicas .

 

  • Antecedentes familiares , especialmente para el cáncer de próstata, que es más frecuente en este grupo de edad y en hombres con familiares afectados .

 

  • Obesidad y sedentarismo , que aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares, hipertensión y diabetes .

 

  • Presión arterial alta , muy común en hombres mayores de 50 años y factor clave para accidentes cerebrovasculares y enfermedades cardíacas .

 

  • Consumo de tabaco y alcohol, que incrementan el riesgo de cáncer (pulmón, próstata) y enfermedades cardiovasculares.

 

  • Factores genéticos, como mutaciones en genes BRCA1 y BRCA2, que pueden aumentar el riesgo de cáncer de próstata y de mama en hombres.

 

  • Historial personal de enfermedades crónicas como diabetes o enfermedades hepáticas, que también elevan el riesgo de cáncer y problemas cardiovasculares.

 

En resumen, la combinación de edad, antecedentes familiares, hábitos de vida poco saludables (obesidad, tabaquismo, inactividad) y factores genéticos son los principales riesgos en hombres de 50 a 65 años.

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