Afuera llueve. Adentro también. Es raro, afuera el sonido de la lluvia golpeando el vidrio de la ventana suena gloc, gloc, gloc. Adentro, el sonido de una gotera que cae contra el piso, suena cric, cric, cric.
¡Ahhhh, se fue la luz! Se escucha afuera, como si fuera necesario que todos lo dijéramos para poder darnos cuenta. No le importa. Al fin y al cabo, lleva una semana tirado en un sillón, sin ganas de nada, sin comer, sin dormir, sin bañarse. Es como una bombilla de seis voltios. Supo que todo había acabado cuando ella se llevó el paquete de galletas que compraba para que él se las comiera a “escondidas” de ella. Era una muestra de amor. “Las galletas del ratón”, las llamaba.
Golpean a la puerta. Desganado se levanta. Es Laura. No recordaba haberla visto salir. Hace una semana que no hablan a pesar de vivir en el mismo apartamento donde alguna vez fueron felices.
- Perdón. Se me quedaron las llaves
Julián no dice nada. Se vuelve a acostar. Luego la ve entre las sombras y se anima a hablar. El silencio es pesado, solo roto por el rugido del aguacero. Gloc, gloc, gloc. Cric, cric, cric.
Julián (con voz grave, agotada):
- ¿Vas a seguir ahí, callada, como si no existiera? Dime algo, Laura. Aunque sea para terminar con esto de una vez.
Laura (sin volverse y sin abandonar su tono cortante):
- Ya te lo dije, Julián. No puedo seguir. No quiero. ¿Qué más necesitas que te explique?
Julián (frotándose la cara, con cansancio):
- ¿Explicar? No me has explicado nada. Hace una semana me sueltas que necesitas “encontrarte contigo misma” y ahora estoy aquí, hecho mierda, esperando que tenga sentido. (Pausa) Te amo, Laura, pero estoy harto de rogarte. Harto de no entender
Laura (girándose, con rabia contenida):
- ¿Harto? ¿Tú? ¡No todo gira alrededor de ti, Julián! ¿Cuándo me has preguntado qué siento yo? ¿Cuándo has parado a pensar que quizás estoy rota también? ¡No eres el único que sufre!
Julián (mirándola fijamente, con voz fría):
-¿Rota? Yo no como, no duermo, no me levanto desde que me dijiste que querías irte. Me he arrastrado por esto, por nosotros, durante años. Y ahora me dices que estoy ciego, que no te veo. (Sarcástico) Perfecto. Dime, entonces, ¿qué no vi? Ilumíname.
Laura (con lágrimas, pero firme):
-No te amo más, Julián. Se acabó. Y no sé cómo decírtelo sin que me odies, pero no puedo seguir fingiendo. No puedo cargar con esto.
Julián (con amargura, reclinándose en el sillón):
- Es raro. Hace una semana exactamente en este mismo sillón me dijiste lo contrario. ¿Odiarte? No te odio, Laura. Estoy demasiado cansado para odiarte. (Pausa, mirándola) Te di todo lo que tenía. Todo. Pero si ya no quieres esto, si ya no me quieres, no voy a suplicarte que te quedes. No esta vez.
Laura (acercándose un paso, voz temblorosa):
-No es que no me importes. Es que no puedo seguir viviendo una mentira. Duele, Julián. Duele dejar esto, pero duele más quedarme. Y tú… tú haces que me sienta como si te estuviera matando.
Julián (con un dejo de rabia, pero controlado):
- No te estoy pidiendo que me salves, Laura. No soy tu responsabilidad. Pero no me digas que soy yo el que te hace sentir culpable. Tú decidiste terminar con esto. Asúmelo. (Pausa) Yo también estoy harto de pelear por algo que ya no existe.
Laura (con dolor, pero decidida):
-Entonces déjame ir. Déjame respirar. No puedo seguir siendo lo que quieres que sea.
Julián (mirando al suelo, voz apagada):
- Haz lo que tengas que hacer. Pero no esperes que te aplauda por dejarme aquí, en esta maldita oscuridad. (Levanta la vista, con rencor contenido) Solo vete.
Laura (con lágrimas, tomando su abrigo):
- No espero que lo entiendas ahora. Solo espero que algún día veas que no todo lo que se rompe es mi culpa. (Abre la puerta). Adiós, Julián.
Julián (sin moverse, en voz baja):
- Adiós.
La puerta se cierra. La lluvia retumba. Julián se queda inmóvil, rodeado de sombras y el eco de la tormenta.
Un pequeño apartamento. Es de noche. Afuera, la lluvia cae con fuerza. Un eco del pasado. Julián, ahora con el cabello más corto y ropa limpia, pero con ojeras marcadas, está sentado frente a su computador. La pantalla ilumina su rostro, mostrando una conversación en una whatsapp. Sobre la mesa, un café frío y un cuaderno con garabatos. La tormenta despierta un recuerdo: aquel diálogo con Laura, meses atrás. Su mente lo arrastra de vuelta. Gloc. Gloc. Gloc suenan las gotas de lluvia cayendo contra el vidrio.
Julián cierra los ojos con fuerza, como queriendo alejar el recuerdo. Suspira y mira la pantalla. Un mensaje nuevo de “Lucía”, alguien que conoció en línea hace unas semanas.
– “Hey, me encantó charlar ayer. ¿Te animas a tomar un café este finde? Sin presión :)”
Julián duda. Los dedos suspendidos sobre el teclado. Su mirada se pierde en la ventana, donde la lluvia dibuja líneas interminables. Murmura para sí mismo.
Julián (en voz baja):
- Sin presión… (Ríe amargamente) Si tan solo fuera tan fácil.
Se recuesta en la silla, frotándose la cara. Su mente divaga.
Piensa:
Han pasado cinco meses. Cinco malditos meses desde que Laura se fue. No hemos hablado. Ni un mensaje, ni una llamada. Nada. Y aún duele. Como si esa noche bajo la lluvia se hubiera quedado grabada en mí. La miro en cada tormenta, en cada silencio. (Pausa) Lucía parece buena. Es amable, divertida. Me hace reír, algo que no hacía en meses. Pero… ¿estoy listo? No lo sé. Una parte de mí todavía espera. ¿Qué? ¿Que Laura vuelva? ¿Que me diga que se equivocó? (Ríe con tristeza) Patético, Julián. Patético.
Se levanta, camina hacia la ventana y apoya la frente contra el vidrio frío. La lluvia sigue cayendo, implacable. Gloc. Gloc. Gloc
Julián (susurrando):
-¿Por qué no puedo dejar de esperar, Laura? ¿Por qué sigues aquí?
Su teléfono vibra. Otro mensaje de Lucía: una foto de un café con un dibujo en la espuma.
Julián sonríe débilmente, pero no responde. Vuelve a su computador. Escribe un borrador de mensaje, pero lo borra. Cierra la pantalla y se queda en la penumbra, con la lluvia como único sonido.
Ahora él se compra sus propias galletas. Afuera llueve. Adentro, ya no tanto…