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Del salvoconducto al chip

Un recorrido por miles de años de evolución que refleja cómo las sociedades han controlado y regulado el movimiento humano, hoy cuando en Colombia se discute qué hacer con este tema.

Cada vez que cruzamos una frontera internacional, llevamos con nosotros documentos que son el resultado de miles de años de evolución histórica. Los pasaportes y las visas no son simplemente papeles burocráticos, sino testimonios vivientes de cómo las civilizaciones han enfrentado el eterno desafío de controlar quién entra y sale de sus territorios.

Los Orígenes Milenarios del Pasaporte

La historia de los pasaportes se remonta mucho más atrás de lo que la mayoría imagina. Ya en el año 450 a.C., en el corazón del Imperio Persa, encontramos una de las primeras referencias documentadas de lo que podríamos considerar un pasaporte primitivo. La Biblia hebrea, en el libro de Nehemías, relata cómo el rey Artajerjes otorgó una carta especial que servía como salvoconducto, permitiendo el paso seguro por los territorios del imperio.

Las grandes civilizaciones de la antigüedad no se quedaron atrás. Los griegos y romanos desarrollaron sistemas sofisticados de documentación para viajeros, con nombres que aún resuenan en nuestros oídos: «combina», «ractoria», «synthema», «diploma» y «codicillo». Estos documentos romanos ya contenían información personal detallada y especificaban el propósito del viaje, estableciendo un precedente que perduraría por milenios.

La Edad Media y el Nacimiento del Pasaporte Moderno

Durante la Edad Media y los primeros siglos de la era moderna, los salvoconductos se convirtieron en herramientas indispensables para militares y diplomáticos. Estos documentos garantizaban el paso seguro por tierras extranjeras, una necesidad vital en una época donde los conflictos territoriales eran constantes.

Un momento crucial llegó en el siglo XVI, cuando se le atribuye a Enrique V de Inglaterra la creación del pasaporte tal como comenzamos a conocerlo. Su innovación consistió en utilizarlo como una forma de acreditar la identidad de sus súbditos en tierras lejanas, estableciendo un vínculo directo entre el ciudadano y su estado de origen.

La expansión de los imperios europeos durante los siglos XVI y XVII marcó otro punto de inflexión. Países como Alemania, Inglaterra y Francia comenzaron a exigir sistemáticamente pasaportes a los visitantes, transformando estos documentos de simples salvoconductos en herramientas de control estatal sobre las fronteras.

El Siglo XX: La Era de la Estandarización

La Primera Guerra Mundial cambió para siempre el panorama de los documentos de viaje. El caos y la necesidad urgente de seguridad durante y después del conflicto llevaron a una mayor exigencia y estandarización de los pasaportes en toda Europa. La guerra había demostrado que el control de fronteras era una cuestión de seguridad nacional.

En 1920, un evento que pasaría a la historia como fundamental ocurrió en París. La Sociedad de Naciones, precursora de las Naciones Unidas, convocó una conferencia que sentaría las bases del pasaporte moderno. A partir de este momento histórico, los pasaportes comenzaron a incluir fotografías y datos personales más específicos, transformándose en los documentos reconocibles que conocemos hoy.

La evolución continuó en las décadas siguientes. La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 estableció el derecho a viajar como un derecho humano fundamental, influyendo en la emisión de pasaportes a nivel mundial. Posteriormente, en la década de 1980, la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) se encargó de la normalización definitiva, estableciendo estándares para los pasaportes de lectura mecánica que facilitarían los controles fronterizos en la era de la aviación comercial masiva.

Las Visas: El Arte del Control Fronterizo

Mientras los pasaportes evolucionaban como documentos de identidad, las visas surgieron como herramientas complementarias de control y regulación. A diferencia de los pasaportes, las visas no tienen un momento específico de «invención», sino que evolucionaron orgánicamente junto con las necesidades de control estatal.

Las razones detrás del desarrollo de las visas son múltiples y complejas. La seguridad y el control fronterizo constituyen la motivación más obvia: proteger las fronteras y la población, asegurándose de que los visitantes cumplan los requisitos establecidos y no representen una amenaza para la seguridad nacional.

Sin embargo, las consideraciones económicas también jugaron un papel crucial. Los países necesitaban equilibrar la oferta y la demanda de empleo, evitar la explotación laboral y regular los flujos migratorios según sus necesidades económicas. Por eso surgieron las diferentes categorías de visas: para trabajadores, estudiantes, inversores, turistas, cada una con requisitos específicos.

El control de la inmigración se convirtió en otra función vital de las visas. Los países desarrollaron sistemas para gestionar el flujo de inmigrantes, seleccionando a aquellos considerados más adecuados por sus habilidades, experiencia o vínculos familiares. Paradójicamente, las visas también asumieron un papel protector, asegurando que los migrantes tengan acceso a servicios básicos, derechos laborales y protección legal en el país receptor.

Las relaciones internacionales encontraron en las visas un instrumento diplomático poderoso. Los países comenzaron a regular sus relaciones mutuas a través de acuerdos bilaterales y multilaterales sobre visas, fomentando la reciprocidad y utilizando los requisitos de visa como herramientas de política exterior.

Colombia: Del Documento Básico al Chip Biométrico

La historia de los pasaportes en Colombia ilustra perfectamente cómo un país latinoamericano ha adaptado estos documentos a las necesidades cambiantes del mundo moderno. Desde los inicios de la República, Colombia ha ido evolucionando sus sistemas de identificación para viajeros, siempre buscando el equilibrio entre la facilitación de la movilidad de sus ciudadanos y la seguridad nacional.

Los Primeros Pasos Republicanos

En 1824, apenas cuatro años después de la independencia definitiva, Colombia estableció oficialmente la existencia de los pasaportes. Una ley pionera exigía a los ministros ordinarios expedirlos a los colombianos que se encontraban fuera del país, mientras que los cónsules debían expedir pasaportes a los extranjeros que desearan visitar la nueva república. Esta temprana regulación demuestra la visión de los fundadores de la patria sobre la importancia de controlar y facilitar el movimiento internacional de personas.

El desarrollo continuó en 1845, cuando un decreto estableció que el Ministerio de Relaciones Exteriores se encargaría de la expedición de los pasaportes y todos los asuntos relacionados con la inmigración. Esta decisión centralizó el control de estos documentos en el ministerio más apropiado, estableciendo un precedente que perdura hasta hoy.

 

La Modernización del Siglo XX

Durante el siglo XX, Colombia siguió las tendencias internacionales de estandarización gradual de los pasaportes. Aunque no se registran cambios dramáticos en este período, el país fue adaptando paulatinamente sus documentos de viaje para reflejar el aumento de la movilidad internacional y las crecientes necesidades de seguridad.

Un hito importante llegó en 1996 con el Decreto 2250, que sentó las bases para las características y regulaciones modernas del pasaporte colombiano. Este decreto marcó el inicio de la era contemporánea de los documentos de viaje en el país.

La Revolución Tecnológica del Siglo XXI

El año 2010 marcó un punto de inflexión con el Decreto 2465, que reglamentó la expedición de documentos de viaje colombianos y definió al pasaporte como el documento oficial que identifica a los colombianos en el exterior. En este período, Colombia comenzó a expedir los pasaportes con Zona de Lectura Mecánica (ZLM), incorporando una lámina de policarbonato como hoja principal y un código con información encriptada. Estos pasaportes se distinguían por sus páginas verdes decoradas con diseños de la rica flora y fauna colombiana, convirtiendo cada documento en una pequeña muestra de la biodiversidad nacional.

La revolución definitiva llegó en agosto de 2015, cuando Colombia implementó el pasaporte biométrico o electrónico. Este nuevo documento incorporó un chip que almacena huellas digitales, fotografía y otros datos del titular, aumentando significativamente la seguridad. Este cambio tecnológico fue crucial para lograr la eliminación del requisito de visa Schengen para los colombianos, facilitando enormemente los viajes a Europa.

Apenas tres meses después, en noviembre de 2015, los pasaportes convencionales (los antiguos con páginas rosadas y foto pegada) perdieron su validez, obligando a los ciudadanos a obtener el pasaporte con zona de lectura mecánica o el biométrico.

El Presente: Diversidad y Tecnología

Actualmente, Colombia cuenta con varios tipos de pasaportes que reflejan las diferentes necesidades de sus ciudadanos: el Ordinario electrónico para uso general, el Ejecutivo para viajeros frecuentes, y el Exento para situaciones especiales como deportaciones o repatriaciones. Esta diversificación demuestra cómo el país ha sofisticado su sistema para adaptarse a las realidades contemporáneas.

La historia de los pasaportes y las visas es, en última instancia, la historia de la humanidad misma: nuestra constante tensión entre la necesidad de movernos y la necesidad de controlar. Desde las cartas del rey Artajerjes hasta los pasaportes biométricos de Colombia, estos documentos han evolucionado junto con nosotros, reflejando nuestros miedos, esperanzas y la complejidad creciente de nuestro mundo interconectado.

El caso colombiano ilustra perfectamente cómo un país puede transformar sus documentos de viaje desde herramientas básicas de identificación hasta sofisticados instrumentos tecnológicos que facilitan la movilidad internacional. Esta evolución no es solo técnica, sino también política y social, reflejando el creciente protagonismo de Colombia en el escenario internacional.

 

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