¿A dónde van las confianzas que se van?

Fe es creer en algo que no se ve. Es un tema de Dios en cualquiera de sus versiones. Se da o no se da y por eso hay creyentes, ateos y agnósticos. La confianza, en cambio, es una hipótesis acerca de la conducta de los otros, es saber que algo puede ser de varias formas, pero que tenemos la esperanza de que sea una de ellas en concreto, tal vez la que nos guste. Tiene algo de costumbre y de manía, porque la confianza en los demás, está basada en la repetición y en las promesas.

 

La fe está reservada a las deidades y la confianza a las personas. Cuando trastocamos ese orden surgen los tiranos, los opresores y los déspotas, que no tienen más que ser, para hacer lo que les da la gana porque siempre habrá alguien que los siga ciegamente. La confianza, por su parte, tiene un tiempo, un lugar y un motivo para ser. Llega hasta donde tiene que llegar. Ni un poquito más, ni un poquito menos. A algunos les dura la vida entera y a otros, siete años, un suspiro, qué sé yo.

 

La confianza es una hipótesis acerca de la conducta de los otros

 

Es una  decisión individual que se construye cada día con los otros – de hecho es un espejo- pero como los polvos, cuando se pierde ya no vuelve.No reencarna, ni mucho menos, resucita. Toca construir una nueva, desde cero, en otro tiempo, en otro lugar y con otro motivo, porque la confianza no aguanta ni un remiendo, ni un remache. Las confianzas que se van, se las lleva el viento y se pierden en el tiempo.

La confianza nos pertenece, está en cada uno de nosotros, porque los demás pueden hacer lo que les dé la puta gana, de la forma en que lo quieran, en el momento en que lo decidan, pero al final somos nosotros los que decidimos confiar o no. Por eso dicen, que la confianza es inteligencia pura.

La desconfianza no existe porque nadie tiene la obligación de generarnos seguridad o certidumbre, ni de llenarnos nuestros huecos. Las personas toman sus propias decisiones y sean que las asuman o no, confiar o no, es una decisión de cada uno. Por eso, la confianza está en juego cada día y está hecha de un material frágil, quebradizo, casi, casi deleznable. Tampoco es necesariamente recíproca. No hay una persona más confiable que otra. Hay unas que actúan dentro de una lógica, dentro de un interés mutuo de construir un mundo con los otros. Por eso, suelen no cambiar y cuando lo hacen, lo hacen porque toca y sin ninguna intención de dañar a los demás, o por lo menos eso dicen. Hay otras que lo hacen pensando en su propio beneficio y eso, es válido, así sintamos que nos jode la existencia. Asumen sus consecuencias, como nosotros asumimos las propias al decidir lo que nos toca.

 

Nadie tiene la obligación de generarnos seguridad o certidumbre, ni de llenarnos nuestros huecos

 

Confiar en algo o en alguien, nunca podrá ser una mala decisión, si acaso un mal juicio. Nadie nos hace daño así nos apachurre un poco el corazón. Acá no hay malos ni buenos, ni vencedores ni vencidos, ni verdades ni mentiras, ni engaños ni descaros, tan solo versiones distintas de lo mismo y aunque a veces vengan los reclamos y el dolor, al final, y con el tiempo, todo pasará porque todo es pasajero y en algún momento estaremos listos – si queremos- para empezar a construir una nueva forma de entendernos, de reír y de confiar. Para todo lo demás, está la fe.

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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