El agua, ese recurso que damos por sentado cada vez que abrimos el grifo, se ha convertido en el protagonista silencioso de una de las crisis más apremiantes de nuestro tiempo. Mientras Colombia presume de ser uno de los países más ricos en recursos hídricos del mundo, millones de personas en el planeta —y algunas en nuestro propio territorio— enfrentan la dura realidad de no tener acceso a agua potable segura.
Nuestro planeta azul está cubierto en su mayoría por agua, pero la realidad es más compleja de lo que parece. Solo el 3% del agua terrestre es dulce, y de esta pequeña fracción, únicamente el 0.5% está disponible para uso humano. El resto permanece atrapado en glaciares, casquetes polares o en lugares inaccesibles.
Esta escasez se traduce en cifras alarmantes: cerca de 2.400 millones de personas —el 36% de la población mundial— viven en regiones con escasez de agua. Para 2050, se proyecta que el 52% de la humanidad experimentará una grave escasez hídrica. Actualmente, 884 millones de personas no tienen acceso a agua potable segura, mientras que 2.600 millones carecen de saneamiento básico.
La distribución del consumo mundial revela otro aspecto preocupante: el 70% de las extracciones de agua dulce se destina a la agricultura, el 19% a la industria y solo el 11% al uso doméstico. Esta dependencia agrícola crea una relación directa entre la crisis del agua y la seguridad alimentaria global.
Colombia ostenta el privilegio de concentrar el 5% de la riqueza hídrica mundial, con una precipitación media anual de 3.000 mm —casi el triple del promedio global—. El país cuenta con cinco vertientes principales: Caribe (8%), Pacífico (14%), Amazonas (35%), Orinoco (28%) y Magdalena-Cauca (14%), que drenan un caudal medio de 2.145 km³ anuales.
Sin embargo, esta abundancia esconde una paradoja dolorosa. En 2025, mientras el 97% de la población urbana tiene acceso a agua potable, en las zonas rurales esta cifra desciende al 84%. Más preocupante aún: según la Defensoría del Pueblo, al menos 1.5 millones de colombianos han consumido agua con riesgos para su salud en el último año.
El problema no radica solo en la cantidad, sino en la calidad. Solo el 73% de los colombianos que reciben servicios públicos de agua acceden realmente a agua de calidad potable. Además, más del 40% de las aguas residuales no reciben tratamiento adecuado, contaminando ríos y fuentes hídricas con descargas domésticas, industriales y agrícolas.
Los páramos colombianos, esos ecosistemas únicos de alta montaña, son verdaderas «fábricas de agua» que abastecen al 70% de la población nacional. Sus suelos esponjosos actúan como reservorios naturales, absorbiendo, reteniendo y liberando gradualmente el agua, mientras filtran contaminantes y previenen la erosión.
El sistema de páramos de Chingaza, por ejemplo, es vital para el suministro hídrico de Bogotá. Sin embargo, el cambio climático amenaza estos frágiles ecosistemas. Las proyecciones indican que entre el 39% y el 52% de la extensión actual de páramo en Chingaza podría volverse inadecuada para estos ecosistemas durante la estación seca.
La Amazonía colombiana, por su parte, enfrenta sequías prolongadas y un aumento en las temperaturas, poniendo en riesgo su función como sumidero global de carbono y regulador climático.
En Colombia, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) ha proyectado una reducción de la precipitación entre el 10% y el 30% para el 27% del territorio nacional, específicamente en las zonas norte y sur. Los fenómenos de El Niño y La Niña se han intensificado, provocando sequías devastadoras e inundaciones extremas.
El impacto se extiende al sector energético: Colombia depende del 73% de energía hidroeléctrica, y las proyecciones climáticas indican reducciones en la generación que oscilan entre el 15% y el 46%. En 2025, el país ha registrado más de 122.000 familias damnificadas por las lluvias, evidenciando la creciente volatilidad climática.
Hasta la fecha, la inversión del gobierno de Gustavo Petro en infraestructura hídrica y cuidado del agua se ha centrado en priorizar el acceso al agua potable y el saneamiento básico, especialmente en territorios históricamente rezagados. El Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2022-2026 «Colombia, Potencia Mundial de la Vida» ha establecido el agua como un eje central del ordenamiento territorial.
La situación del agua refleja uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo: cómo equilibrar el desarrollo humano con la sostenibilidad ambiental. En un país bendecido con abundantes recursos hídricos como Colombia, la persistencia de la sed y la contaminación revela que el problema no es solo técnico, sino de voluntad política y justicia social.
El agua no es solo un recurso; es un derecho humano fundamental y la base de toda vida en el planeta. Su gestión sostenible no es una opción, sino una necesidad urgente para garantizar un futuro próspero y equitativo para las generaciones venideras.