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Cinco elefantes en un carro de dos puertas

A veces  hay que sanar o solo  saber estar herido sin escupirle sangre a los demás.Y en esas me la paso. Zurciendo, tratando de enhebrar las hilachas que aun me quedan, tejiendo, intentando anudar los fragmentos que todavía laten en mis manos,  remendando, buscando entrelazar los vestigios que aún palpitan en mi alma,porque tal vez de lo que se trata es de saber recoger los pedacitos y caminar buscando el caldero  donde nace el arco iris, para llenarme de lluvias, soles, truenos y centellas.

El amor me sostiene, me empuja y me levanta.Dios. No tiene forma ni color, pero pesa como un plomo aquí en mi pecho.Tiene la forma de mis hijas, tiene la sombra de mi madre y de mi padre, tiene el olor de las mujeres que han pasado por mi vida y se quedaron en forma de recuerdo, tiene la imagen que miro cuando me veo en el espejo,tiene la rabia de las cosas que me pasan y no logro comprender, tiene el abrazo de quien llega cuando todo se cae a pedacitos, tiene el sabor amargo de lo que pudo ser y no pasó, tiene la nostalgia que se acuesta a mi lado en las noches silenciosas, tiene la risa de los amigos que me cuidan, tiene la urgencia de las palabras que no he dicho, tiene la página en blanco que me mira y que me juzga, tiene la historia que nace de mis dedos aunque no sepa hacia dónde quiere ir.

Y es que el amor tiene que significar algo. Un misterio que no logró resolver, una utopía misteriosa que me excita y me espolea, una oruga esperando convertirse en mariposa,un miedo que me envuelve y paraliza,un cuarzo de homeópata que todo lo resiste y todo lo interpreta, la esperanza que ilusiona y me conmueve, la soledad que me destruye por goteo o la nostalgia que me mata a cucharadas mirando hacia la luna con los pies congelados por el frío. El amor trae hasta mi playa, la adrenalina de intentar hacer posible lo imposible, de meter cinco elefantes en un carro de dos puertas, de renacer de entre los muertos y buscar entre las piedras un cien pies en bicicleta.

Tal vez el amor  no sea más que fragmentos de luz buscando otros fragmentos, espejos rotos que al juntarse reflejan algo más hermoso que la perfección este caos hermoso que llamamos existencia, una alquimia silenciosa que transforma el plomo en oro tibio. Una danza entre herida y sanación.

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