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Cónclave, el ritual secreto

La Capilla Sixtina, con sus frescos de Miguel Ángel cargados de eternidad, se prepara para un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia. El Papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, falleció a las 7:35 de la mañana en su residencia en Casa Santa Marta, a los 88 años, tras una batalla contra una neumonía bilateral que lo tuvo al borde de la muerte semanas antes. El anuncio, hecho por el cardenal Kevin Farrell, camarlengo de la Santa Sede, marcó el inicio de un período de luto y transición para los 1.400 millones de católicos del mundo. Ahora, los ojos se vuelven hacia el cónclave, el ritual ancestral que elegirá al sucesor del primer Papa latinoamericano, mientras Roma llora y el humo —negro o blanco— aguarda para hablar.

La danza secreta del cónclave

El cónclave, del latín cum clave (“bajo llave”), es un ceremonial de aislamiento y solemnidad. Tras la muerte de Francisco, confirmada por el camarlengo y el jefe del departamento de salud del Vaticano, se declaró la sede vacante. Farrell, en un acto simbólico, llamó tres veces el nombre de bautismo del Papa, “Jorge Mario Bergoglio”, sin respuesta, certificando su fallecimiento. El Anillo del Pescador fue destruido, y los aposentos papales en Casa Santa Marta fueron sellados.

Entre 15 y 20 días después, los cardenales electores —menores de 80 años— se reunirán en la Capilla Sixtina. Actualmente, hay 138 cardenales electores de 94 países, con una edad promedio de 69 años, aunque el límite teórico es de 120. Francisco nombró al 80% de ellos, inclinando la balanza hacia una visión progresista.

El proceso de votación es meticuloso: cada cardenal escribe un nombre en una papeleta anónima, depositada en una urna. Se requieren dos tercios de los votos para elegir al Papa. Si no hay acuerdo, las papeletas se queman con químicos que producen humo negro, visible desde la Plaza de San Pedro. El ritual se repite hasta cuatro veces al día hasta que un candidato logra la mayoría, momento en que el humo blanco anuncia al mundo: Habemus Papam.

El elegido, tras aceptar en la “Sala de las Lágrimas” y escoger su nombre papal, es presentado desde el balcón de la Basílica de San Pedro por el cardenal protodiácono, quien proclama: “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!” 

Los “papables”: los nombres que resuenan en los pasillos vaticanos

El cónclave será un reflejo de las tensiones entre progresistas, que buscan continuar el legado de Francisco, y conservadores, que anhelan un retorno a la ortodoxia. La diversidad del Colegio Cardenalicio —57 europeos, 36 americanos, 26 asiáticos, 18 africanos y 4 oceánicos— hace que el resultado sea incierto. Entre los nombres más mencionados están:

Luis Antonio Tagle (Filipinas, 67 años): Carismático y pastoral, apodado el “Papa de Asia”. Su cercanía a los pobres y su origen asiático lo convierten en un favorito para un pontificado global.

Matteo Zuppi (Italia, 69 años): Arzobispo de Bolonia, ligado a la Comunidad de Sant’Egidio. Mediador y progresista, es una opción europea que podría unir facciones.

Pietro Parolin (Italia, 70 años): Secretario de Estado del Vaticano, diplomático y moderado. Su experiencia lo posiciona como un candidato de consenso.

Peter Turkson (Ghana, 76 años): Comprometido con la justicia social y el medioambiente, podría convertirse en el primer Papa africano, un hito histórico.

Raymond Leo Burke (EE. UU., 76 años): Ultraconservador, crítico de las reformas de Francisco. Representa a quienes buscan un giro hacia la tradición.

Otros como Péter Erdő (Hungría, 72 años) o Juan José Omella (España, 77 años) también se mencionan, pero el cónclave es un terreno de sorpresas, donde el Espíritu Santo y las negociaciones definen el rumbo.

El legado de Francisco: un Papa de las periferias

Francisco, dejó un legado imborrable como el primer Papa jesuita y latinoamericano. Desde su elección en 2013, rompió con las convenciones: vivió en Casa Santa Marta en lugar de los aposentos papales, usó un Fiat en vez de limusinas y llevó su mensaje a las periferias del mundo. Su pontificado se definió por:

Una Iglesia inclusiva: Abogó por una Iglesia “en salida”, cercana a los pobres, los migrantes y los marginados. Su apertura a los divorciados, la comunidad LGBTQ+ y las víctimas de abusos marcó un cambio de tono, aunque generó resistencias.

Reformas estructurales: Combatió la corrupción financiera en el Vaticano y promovió la sinodalidad, buscando una Iglesia más participativa.

Globalización de la Iglesia: Nombró cardenales de lugares remotos como Brunei o Ruanda, descentralizando el poder eclesiástico y dando voz a Asia, África y América Latina.

Su papado no estuvo exento de críticas: los conservadores lo acusaron de diluir la doctrina, mientras que los progresistas esperaban reformas más audaces. Enfrentó la crisis de abusos sexuales con pasos significativos, como nuevas reglas para responsabilizar a obispos, aunque no siempre satisfizo a las víctimas. Su énfasis en el cambio climático, la desigualdad y la paz, desde Gaza hasta Ucrania, lo convirtió en una voz global.

Francisco murió un día después de bendecir a miles en la Plaza de San Pedro durante la Pascua, en un gesto que muchos vieron como su despedida. Su funeral, que él mismo pidió simplificar, se celebrará en la Plaza de San Pedro entre el 25 y 27 de abril, y será enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, rompiendo con la tradición de las grutas vaticanas.

Mientras el mundo católico llora, el cónclave se perfila como un cruce de caminos. Bajo la mirada de los frescos de la Sixtina, los cardenales decidirán si el próximo Papa seguirá el sendero de Francisco hacia una Iglesia más abierta o si tomará un rumbo distinto. El humo blanco, cuando llegue, traerá la respuesta.

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