He cometido muchos errores en mi vida y estoy en plena libertad de discutirlos, de pedir perdón, de reconocer, de cambiar de parecer.
No sé si es tarde, pero hoy debo reconocer que a lo largo de mi existencia y escondido en mi bonhomía, mi afabilidad, sencillez, bondad, en mi carácter, en mis formas y en mis comportamientos, he tenido comportamientos – que es la forma bonita de decir que lo he sido- machistas, patriarcales, misóginos, homofóbicos, clasistas, racistas, ególatras y soberbios, entre muchas otras cosas horribles de las cuales me arrepiento.
Sí. Me reconozco como una buena persona, comprensivo, generoso, amoroso, inteligente, creativo, pero a la larga, mis hechos han superado mis palabras porque escribir de una forma o hablar de una manera nunca fue la garantía para actuar en consecuencia. He sido burlón, farsante, condescendiente, maltratador, agresivo, irónico, cruel, mordaz, venenoso, sarcástico, por decir lo menos.
En mi borrachera soberbia me he atrevido a criticar lo mismo que yo hago, tal vez sin darme cuenta, tal vez sin querer, tal vez automáticamente, tal vez inconscientemente, tal vez en forma involuntaria, porque – y no es disculpa- soy el resultado de años de colegio, de militante silencioso de una religión, de observador pasivo de una vida cotidiana que cree que está bien sexualizar a una mujer, criticar sus formas o sus maneras de pensar, que está bien satirizar a los distintos, burlarse de los maricas o los negros, de los viejos o los gordos, de los pobres. En fin, la lista se haría interminable. Obvio, en esta calle no estoy solo porque incluso la mujer, los distintos, los maricas, los negros, los viejos, los gordos y los pobres, hacen parte del sistema, bien por aceptación, por contagio o por espejo.
No sé cuánto me quede por vivir. No sé si pueda y ni siquiera sé cómo, pero no quiero repetir más toda esta mierda. Es suficiente. Acepto mi culpa, pero me declaro en rebeldía. Hoy, mi corazón se siente espiritual, libre, feminista, tolerante, flexible, ecléctico, estoico, pacífico, amoroso, sensible y llorón. Palabras que deberán ser hechos, para que no se conviertan en simples utopías. Ojalá pueda.