Rodolfo Páez Avalos podría haber sido el nombre de uno de tantos futbolistas argentinos, malos, prepotentes y sin carisma que han pasado por cualquiera de los equipos del fútbol nacional. Pero la vida no lo quiso así. A pesar de ser de Rosario, una ciudad futbolera por naturaleza, cuna del mismísimo Lionel Messi, Rodolfo, decidió desde pequeño que la música era lo suyo, antes que el balón.
Huérfano de madre, desde los ocho meses, el pequeño Adolfito, creció bajo el cuidado de su padre y su abuela materna. Retraído y miope, se refugió en la música, en especial en el piano del cual recibió clases particulares en el Instituto Scarafía bajo la mirada escrutadora de un profesor ucraniano, duro y recio. No fue fácil, sin embargo, porque siempre se le complicó la lectura de las partituras musicales y porque la disciplina tampoco era su fuerte.
Fito Paéz, nació en Rosario, una ciudad futbolera y cuna de otro genio: Lionel Messi
Cuando las lecciones y las piezas clásicas que debía ejecutar, se hicieron más complejas, abandonó su aprendizaje formal e incursionó en la movida underground de Rosario, donde su talento natural comenzó a notarse muy pronto. Su primera experiencia en una banda de rock fue sentado al piano tocando temas de Sui Generis. En 1979 formó otro grupo llamado Neolalia que sólo llegó a hacer dos presentaciones en vivo. Luego formaría grupos como Sueñosía, junto a músicos que después brillarían como Fabián Gallardo y Staff, cuyo mayor logro fue ganar el primer premio del concurso de música que contaba entre el jurado al músico Juan Carlos Baglietto, que un año más tarde lo incluyó como tecladista de su banda. Ya le decían Fito y además se perfilaba como un gran compositor.
Como tipo con dos mozas, le tocaba rebuscarse la platica y por eso alternaba con la banda de Baglietto y con la de Charly García donde reemplazó a Andrés Calamaro y donde se destacó por su versatilidad en los teclados. Hasta que se decidió por emprender el vuelo solo, con el álbum Giros, que lo lanzó a la fama con canciones como Yo vengo a ofrecer mi corazón, 11 y 6, y Cable a tierra. Luego, lanzó trabajos de colaboración con Caetano Veloso y Luis Alberto Spinetta.
La carrera de Fito, estuvo marcada en sus inicios por el sacrificio de tener que tocar al mismo tiempo en varias bandas
En el 86 sucedió un hecho que marcaría su carrera. Mientras él estaba de gira en Río de Janeiro, en la ciudad de Rosario, un músico varado y rencoroso, entró a la casa de la abuela y la asesinó junto a la tía y a una empleada. Fito entró en depresión y se aficionó al whisky y a un sedante llamado lexotanil. De allí surgió el álbum Ciudad de pobres corazones, con letras tristes y oscuras :
“En esta puta ciudad todo se incendia y se va,
matan a pobres corazones,
matan a pobres corazones.
En esta sucia ciudad no hay que seguir ni parar,
ciudad de locos corazones,
ciudad de locos corazones”
Luego de un lío contractual con su disquera, grabó dos discos más sin mucho éxito, hasta llegar al álbum Tercer Mundo que lo volvió a poner en la ruta de los aplausos. Vino después “El amor después del amor” , el disco más vendido en la historia del rock argentino, donde Fito retomó el estilo y el tono de su música, para desembocar en el inigualable Circo Beat, Euforia, Enemigos íntimos, Abre, Rey Sol, Naturaleza Sangre, Mi vida con ellas, El mundo cabe en una canción, Rodolfo , No sé si es Baires o Madrid,Confía y Canciones para Aliens, entre otros.
Paralelamente a la música, Fito Páez ha llevado una carrera como cineasta y no será Woody Allen o Dino de Laurentis, pero sus películas se han visto y han gustado. Como actor, como guionista y como director, ha sido reconocido en películas como La Balada de Donna Helena, Vidas Privadas, ¿De quién es el portaligas? y Las Trémulas canciones.
Menos mal no fue futbolista, porque tal vez hoy estaría vendiendo churrascos en Pereira y no hubiera sido la gran estrella del rock latinoamericano y uno de los más importantes músicos del mundo .