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¡El calor está en nosotras!

Queridas amigas de la menopausia, ¡bienvenidas al club de las mujeres que podrían derretir un iceberg con una mirada! Hoy vamos a hablar de esos «golpes de calor» que llegan sin previo aviso, como si una mini sauna finlandesa se activará dentro de nuestro cuerpo.

¿Es un fuego interno o me pusieron en el microondas?

Ah, la menopausia, ese capítulo de la vida donde las hormonas deciden irse de vacaciones permanentes, dejándonos con un termostato descontrolado. Una está tranquila, viendo su novela o regando las plantas, cuando de repente… ¡pum! Te sientes como un volcán en erupción. Y no, no puedes echarle la culpa al cambio climático.

Mi viaje a este paraíso hormonal no fue una sorpresa inesperada, por el contrario, lo había estado esperando desde hace rato. «Uy, qué raro, ¿dónde está mi regla?» Y claro, como buena detective amateur, saqué cuentas, revisé calendarios y me pregunté si estaría embarazada (porque la negación es una reacción natural). Pero cuando los sofocos comenzaron a atacarme en plena reunión laboral, dejándome roja como un tomate maduro, comprendí la dura realidad: la menopausia había llegado para quedarse.

Desde ese momento, mi cuerpo decidió sorprenderme cada día con una nueva «actualización». Insomnio a la carta, cambios de humor que harían temblar a un director de telenovelas, y una memoria tan frágil que he llegado a olvidar lo que estaba diciendo en mitad de una frase. Pero lo mejor, sin duda, son los calores infernales que me atacan sin previo aviso.

Dicen los meteorólogos (y por «dicen» me refiero a Google) que estos calores se llaman «sofocos». Pero no se confunden, no tienen nada de cómodo. Un minuto fresco estás como una lechuga, y al siguiente, estás sudando como si hubieras corrido una maratón en pleno desierto del Sahara.

Y ojo, que los sofocos no discriminan: te atacan en el D1, en la fila del banco, o peor aún, en medio de una reunión familiar cuando tienes puesta tu blusa de seda favorita. ¡Nada grita «elegancia» como un charquito de sudor en el escote!

Soluciones creativas para un problema ardiente

Abanico de diva: No subestimes el poder de un buen abanico. Además de darte aire, te hace sentir como una reina española a punto de lanzar una mirada fulminante.

Hielo en el brasier: Radical pero efectivo. Nada como unos cubitos estratégicamente colocados para apagar el incendio.

Refrigerador terapéutico: ¿Por qué no darte una escapada al refrigerador del supermercado? Un par de minutos frente al estante de los yogures puede obrar milagros.

Ropa ligera pero chic: Olvídate del poliéster, amiga. Es tu enemigo jurado. Algodón y lino son tus nuevos mejores amigos.

Sí, es incómodo. Sí, a veces nos hace sentir como una parrilla humana. Pero, ¿y lo divertido que es asustar a los demás cuando dice: «¡Uy, qué calor hace aquí!» ¿En una habitación con aire acondicionado a 16 grados? Además, estos calores te permiten comer helado sin culpa. «Es por motivos médicos», puedes decir con una sonrisa.

Pero no todo es tan terrible. En medio de esta metamorfosis hormonal, también he descubierto una nueva versión de mí misma: más desinhibida, más libre, más dueña de mis tiempos y mis deseos. Así que, queridas compañeras de menopausia, abracemos esta etapa con humor y dignidad (y un buen abanico siempre a la mano). Al fin y al cabo, si vamos a arder, que sea con estilo.

 

 

 

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