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El día que Bogotá ardió

Hace exactamente 77 años, el 9 de abril de 1948, la capital de Colombia se convirtió en el epicentro de uno de los episodios más violentos y trascendentales de su historia: el Bogotazo. Este día, el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán desató una ola de caos, destrucción y dolor que no solo devastó el centro de la ciudad, sino que marcó el inicio de un período de violencia que aún resuena en el país.

Aquel viernes, poco después de la 1:00 de la tarde, Jorge Eliécer Gaitán, un carismático abogado y político que se había convertido en la esperanza de las clases populares, salió de su oficina en el edificio Agustín Nieto, ubicado en la intersección de la Carrera Séptima con la Avenida Jiménez. Acompañado de amigos y colegas, como Plinio Mendoza Neira, se dirigía a almorzar cuando fue interceptado por Juan Roa Sierra, un joven de 26 años cuya motivación sigue siendo objeto de especulación. Roa disparó tres veces contra Gaitán, hiriéndolo mortalmente con dos balas en la espalda y una en la cabeza. El líder liberal fue trasladado de urgencia a la Clínica Central, donde falleció minutos después, a las 1:55 p.m., según registros históricos.

Gaitán no era un político cualquiera. Como líder del Partido Liberal, había ganado el apoyo masivo de los trabajadores, campesinos y sectores marginados gracias a su discurso en favor de la justicia social y contra la oligarquía. Su muerte, en un contexto de tensiones políticas entre liberales y conservadores, fue el detonante de una furia contenida.

El estallido de la ira popular

La noticia del asesinato corrió como pólvora. En las calles del centro de Bogotá, una multitud enfurecida comenzó a perseguir a Juan Roa Sierra, quien fue capturado brevemente por dragoneantes y encerrado en una droguería cercana. Sin embargo, la turba no tardó en sacarlo del lugar y lincharlo brutalmente. Su cuerpo desnudo y destrozado fue arrastrado por la Carrera Séptima hasta quedar frente al Palacio Presidencial, donde permaneció expuesto durante dos días como macabro símbolo del descontento popular.

Lo que siguió fue un desbordamiento de violencia sin precedentes. Según el historiador Arturo Alape en su obra El Bogotazo, la ciudad se sumió en un caos indescriptible: saqueos, incendios y enfrentamientos se apoderaron del centro histórico. Tranvías fueron quemados, iglesias y edificios públicos quedaron en ruinas, y comercios fueron arrasados. Estimaciones oficiales indican que al menos 142 construcciones colapsaron o sufrieron daños graves, mientras que el número de muertos oscila entre 500 y 3.000, dependiendo de las fuentes. Paul Oquist, en su libro Violencia, Conflicto y Política en Colombia, calcula que 2.585 personas perdieron la vida solo en Bogotá ese día.

Un país en llamas

El Bogotazo no se limitó a la capital. La violencia se extendió rápidamente a otras ciudades como Medellín, Ibagué y Barrancabermeja, donde se registraron levantamientos populares y enfrentamientos. En Bogotá, mientras el gobierno del conservador Mariano Ospina Pérez declaraba el estado de sitio, sectores de la policía y el ejército se dividieron: algunos se unieron a los manifestantes, mientras otros reprimieron con fuerza las protestas. La turba intentó asaltar el Capitolio Nacional y el Palacio Presidencial, exigiendo la renuncia del presidente.

En medio del caos, la IX Conferencia Panamericana, que se celebraba en Bogotá y reunía a líderes de todo el continente, quedó opacada. El evento, que culminó con la creación de la Organización de los Estados Americanos (OEA), se vio interrumpido por los disturbios, y figuras como el general estadounidense George Marshall fueron testigos del colapso de la estabilidad en la ciudad.

Las consecuencias de un día fatídico

El Bogotazo no fue solo un estallido pasajero. Historiadores coinciden en que marcó el inicio de “La Violencia”, un periodo de guerra civil no declarada entre liberales y conservadores que se prolongó hasta finales de los años 50 y dejó cientos de miles de muertos y desplazados. De este conflicto emergieron las primeras guerrillas campesinas, como las que luego darían origen a las FARC y el ELN, así como grupos paramilitares conservadores como los “Chulavitas” y los “Pájaros”.

Setenta y siete años después, el 9 de abril sigue siendo un recordatorio de las profundas divisiones sociales y políticas de Colombia. En el lugar del atentado, hoy se conservan placas conmemorativas que honran la memoria de Gaitán, cuya figura permanece como símbolo de lucha por la justicia social. Sin embargo, las preguntas sobre los autores intelectuales de su asesinato persisten sin respuesta definitiva, alimentando teorías que van desde conspiraciones políticas internas hasta intereses internacionales.

El Bogotazo no solo destruyó una ciudad; fracturó una nación.

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