Generic selectors
Coincidencias exactas únicamente
Buscar un título
Buscar contenido
Post Type Selectors

El lado oscuro de Bolívar

Hoy, cuando todos nombran a Bolívar bien vale la pena darle una mirada a su lado oscuro, que también lo tuvo.

Su nombre resuena en himnos, billetes y discursos patrióticos, pero, como toda figura que se eleva a mito, su historia no es un lienzo inmaculado. Bajo la gloria hay grietas, decisiones turbias y un hombre que, aunque genial, no escapó a las contradicciones de su tiempo ni a los demonios de su ambición.

Bolívar fue un visionario, sí, pero también un hombre que no temblaba al imponer su voluntad. Su lucha por la independencia de América Latina lo pintó como un héroe del pueblo, pero no todos los pueblos lo veían así. En su afán por unificar una Gran Colombia que abarcara desde Venezuela hasta Ecuador, Bolívar no dudó en centralizar el poder, aplastando disidencias y sofocando autonomías locales. En 1828, en un acto que huele más a César que a libertador, se proclamó dictador mediante el Decreto Orgánico de la Dictadura. “Es necesario un gobierno fuerte para salvar la patria”, argumentó. Pero, ¿salvarla para quién?

En lugares como Pasto, , su ejército no fue recibido con flores, sino con resistencia. Los pastusos, leales a la corona española, fueron masacrados en 1822 tras la batalla de Bomboná y la posterior represión. Bolívar, que soñaba con una América unida, no tuvo reparos en ordenar castigos ejemplares para quienes no compartían su sueño. La libertad, al parecer, tenía un precio, y no todos estaban invitados a pagarlo.

Bolívar hablaba de igualdad, de romper las cadenas de la opresión, pero su visión de la libertad era, en muchos sentidos, elitista. Criollo de abolengo, su revolución fue diseñada por y para las élites ilustradas. Mientras prometía un mundo nuevo, la esclavitud persistía en los territorios que liberó. Aunque en 1816 decretó la libertad de los esclavos que se unieran a su ejército, esta fue una medida más estratégica que humanitaria: necesitaba soldados, no necesariamente ciudadanos libres. La abolición total de la esclavitud en la Gran Colombia no llegó hasta después de su muerte, y Bolívar, en vida, nunca presionó con la misma vehemencia por ella que por sus campañas militares.

Su relación con los pueblos indígenas también deja un regusto amargo. Aunque Bolívar los incluyó retóricamente en su proyecto de nación, en la práctica, sus políticas favorecieron a los terratenientes criollos. Las tierras comunales indígenas fueron a menudo ignoradas o redistribuidas en favor de las élites, perpetuando un sistema de exclusión que la independencia prometía erradicar. El Libertador, al final, no liberó a todos.

Bolívar no era un santo, y pretender que lo fuera es un ejercicio de ceguera. Su vida personal también refleja las tormentas de su carácter. Arrebatado, pasional, no era ajeno a los excesos. Sus amoríos, eran tan legendarios como sus batallas, pero también revelan a un hombre que, en medio de la guerra, buscaba consuelo en los brazos de la vida. ¿Era esto un defecto? No necesariamente, pero sí un recordatorio de que Bolívar no era el dios intocable que los altares patrióticos quieren vendernos.

Más inquietante es su relación con el poder. Bolívar, que despreciaba la monarquía, coqueteó con ideas que rozaban lo autoritario. Su admiración por Napoleón no era un secreto, y su Constitución de Bolivia de 1826, con un presidente vitalicio, levantó cejas incluso entre sus aliados. Santander, su eterno contrapeso, lo acusó de ambiciones monárquicas, y no sin razón. Bolívar quería un orden fuerte, pero ese orden a menudo se parecía demasiado a él mismo.

Desmitificar a Bolívar no es negarle su grandeza. Sin él, la independencia de América Latina habría sido, quizá, un sueño postergado. Pero endiosarlo es igualmente peligroso. Su legado es un mosaico de luces y sombras: un hombre que liberó naciones, pero no a todos sus habitantes; que soñó con la unidad, pero aplastó a quienes no encajaban en su visión; que predicó la libertad, pero no siempre la practicó.

 

 

 

LEAVE REPLY

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *