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El tren pasa a las cinco

El tren viaja despacio. Acá voy. Tal vez sea el último que pase. No lo sé. El pecho me arde. Me cuesta respirar. Es un déjà vu de hace dos años. Hace calor. Me distraen dos niños que corren por el pasillo. Se caen. Uno llora. El otro le da consuelo. Me gusta el olor a tierra mojada. Me dejo llevar por los sentidos. Sudo. Han pasado muchas cosas, pienso. Me caí. Volví a caminar. Toqué el cielo. Era una nube. Llovió. Volví a caer. Y otra vez estoy de pie. Un bucle que no acaba. El niño que lloraba ha vuelto a sonreír. La obviedad de la ternura. De la risa y el afecto.

Se me viene a la cabeza todo aquello que pasó. He danzado peligrosamente cerca del borde, mirando hacia ese abismo donde toda sombra se disuelve. Y en esa danza, la culpa se presentó a encandilarme.  ¿Culpa de qué, exactamente? En un universo que a menudo se siente indiferente, donde el sinsentido acecha en cada esquina, ¿qué significa realmente ser culpable?

La culpa es un invento. Una estafa. Una mentira que nos venden desde niños. Para que no reclamemos. Para que no gritemos. Para que no digamos que tenemos derecho a ser felices. Que tenemos derecho a la alegría. Que tenemos derecho a los abrazos. A besar. A caminar descalzos. A reírnos de todo. A llorar por nada.

Todo da vueltas, pero todo vuelve a quedar en su lugar. Las decisiones que tomé. Las personas que amé. Las rayas que crucé. Las palabras que dije y todas aquellas que callé. Puta madre, no hay forma de volver, como este tren que solo mira hacia adelante. Pedí perdón y perdoné. Di la gracias. Sané y por eso tal vez he vuelto a sonreír.

Sé que soy libre. Esta libertad es un don, pero también es una carga. En cada instante, elijo mi camino y aunque el mundo a mi alrededor parezca indiferente a los pasos que yo doy, sé que cada uno de ellos deja huella. Y por eso  elijo una vez más el cariño y el amor, la risa y los abrazos, tomarme de la mano y caminar bajo la lluvia, la compasión y la alegría, la pasión porque nunca aprendí – ni quiero- sentir a medias, la verdad que cabe juntico a la de otros, callar lo que no sé, creer en la palabra, pensar con el deseo, desear cada cosa que yo pienso, intentarlo nuevamente, mirar con júbilo y con gozo, vivir en abundancia que no es lo mismo que tener con qué pagar, agradecer todo lo bueno que me pasa, bendecir todo lo bueno que me pasas. Machacar la soberbia. Masticar el ego. Comerme el orgullo y escupir toda mi arrogancia. La ternura como territorio. Como bandera. Como patria chiquita que uno lleva en el bolsillo.

Tengo derecho a mirar las nubes. A enamorarme de extrañas o a volver sobre pasos caminados. A creer en los milagros. A esperar que pase lo imposible. A ser ingenuo. A ser sabio. A ser todo y a ser la nada. A contradecirme. A cambiar de opinión. A no tenerla. Tengo derecho a la poesía. A la música. Al silencio. A la palabra. A la falta de palabras. A ser vulnerable. A ser llorón y a ser sensible. A ser fuerte. A no saber quién soy ni a dónde voy . A descubrirme cada día.

Ahora camino. Camino. Porque caminar también es mi derecho. Caminar sin anestesia.Caminar porque sí. Porque tengo piernas. Porque tengo tiempo. O tal vez no. El pecho me arde y me cuesta respirar.

 

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