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Encontrar el camino a casa

No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas que todo puede ser el resultado de algún trauma infantil, de algún desarraigo, de algún miedo de perderme o del pavor de no encontrar el camino hasta mi casa.

Adoro caminar tomado de la mano de las personas que yo amo. Soy feliz. Me da seguridad, alegría, orgullo, casi, casi un micro orgasmo, una especie de vahído, un desvanecimiento, una turbación breve, un desfallecimiento, un desmayo, una especie de mareo, porque es como si el universo entero estuviera en ese pequeño espacio entrelazado en nuestros dedos.

No es lo mismo que caminar abrazados, que funciona por un rato, pero que al cabo de un tiempo, incomoda, apretuja, oprime, fastidia, porque no somos siameses. Caminar tomados de la mano, en cambio, es saber que estamos juntos, que vamos en la misma dirección, que tal vez miramos el mismo lado de la luna, pero que siempre somos libres de soltarnos cuando se nos dé la puta gana.

Tiene su técnica y sus formas. Tomarse de la mano es entrar en un territorio donde la piel habla y el silencio canta. Hay manos que se entrelazan como raíces que buscan sostenerse en la tormenta y otras que apenas se rozan, temblorosas, como mariposas que prueban la ternura que respira. Unas se aprietan con la urgencia de quien no se quiere soltar nunca jamás, y otras que descansan suaves, palma contra palma, como si fueran un abrazo en miniatura. A veces, los dedos bailan en secreto, tejiendo promesas invisibles. Otras, se buscan con la risa ligera de la infancia que no muere, un puente de calor entre dos almas sin miedo a perderse y que se dicen “aquí estoy”.

Caminar tomados de la mano, no amarra, no sujeta, no agarra, no nos ata, sino que apuntala y acompaña, sostiene y asegura. Es un amor que se renueva cada día, que se elige y que se opta, que pasea en libertad, para poder ver el mundo con los ojos entreabiertos.

Hoy que leo a Benedetti, te recuerdo y pienso en ti: «Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano, y eso era amor,” y tal vez por eso nunca tuve miedo de perderme, ni pavor de no encontrar el camino hasta mi casa.

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