No había otra forma de morir. Para un tipo, nacido en Ponce Puerto Rico, la muerte le llegó de la forma en que le tenia que llegar, luego de una vida de excesos y de rumba, de locura sin igual y fue tal vez la única cita a la que llegó en forma puntual.
Nacido Héctor Juan Pérez Martínez, fue uno de los ocho hijos que tuvo Francisca Martínez (Panchita) y Luis Pérez (Lucho), tuvo una infancia normal, para una familia pobre y numerosa, de madre esforzada y bondadosa y padre estricto y malgeniado . Fue don Luis, quien tocaba la guitarra con tríos y orquestas locales que le daría los primero consejos musicales y quien lo matriculó en la Escuela de Música Juan Morel Campos, donde incluso se encontró con otro tipo que con el paso del tiempo también daría de qué hablar: Un tal Papo Lucca. El padre tenía el sueño de ver a Héctor convertido en un gran saxofonista. Aunque Lavoe aprendió los fundamentos de la música, nunca llegó a enamorarse del instrumento porque en el fondo siempre supo que lo suyo era cantar. Al final se resignó ante la evidencia y le dijo al pequeño Héctor unas palabras que resultaron premonitoras:
¡ Jódase!, porque el pichoncito de cantante, le hizo caso. Hizo todo lo posible por joderse.
Enamoradizo e impulsivo, a los 14 años dejó todo, que en su caso no era nada, para irse a Nueva York detrás de una noviecita, que resultó ser despierta y llena de inquietudes, tantas, que Héctor nunca la encontró. Como era de esperarse, aterrizó en medio del Queens, plagado de mañas y de ritmos caribeños, lo que hizo que de alguna manera se sintiera bienvenido a pesar de los regaños de su hermana. Intentó ganarse la vida de muchas formas: pintor, maletero, mensajero, mesero y conserje, hasta que un viejo amigo de la infancia lo empezó a llevar a pequeños salones de música latina. Fue como haber probado la droga, porque hasta el día de su muerte, amo la música. De tumbo en tumbo y de banda en banda fue forjando su camino, hasta que se encontró con quien ser convertiría en su padrino: Jhonny Pacheco.
Al lado de Pete Rodríguez, Adalberto Santiago, Tito Puente, Richie Ray, entre otros, empezaron a darle forma a la incipiente Fania All Stars. Conoció además a otro tipo con el que harían historia, Willie Colón con quien tuvo una relación de amores y de odio. Relata su primer encuentro : “Fui con Pacheco a ofrecerle que grabara con nosotros ese primer disco. Para mí era duro, porque mi cantante llevaba años conmigo. Lo peor fue que Héctor me contestó bien guapetón: Yo no quiero grabar contigo, man… Ustedes están bien, bien flojos. ¿Por qué se negó? Con el tiempo me dijo, despechado, que fue porque en aquel momento no le había ofrecido entrar en la orquesta, sólo grabar. Héctor y yo entendimos que nuestro junte fue algo necesario y natural”.
A partir de ahí la historia es conocida. Once discos juntos, entre esos “ El malo”, tal vez uno de los íconos del mundo de la salsa, la droga, los escándalos, la fama, el dinero, las malas amistades, la diabetes, la impuntualidad de la que Lavoe se defendía diciendo que él nunca llegaba tarde sino que los demás llegaban muy temprano. Finalmente en el 74, Lavoe y Colón se separaron.
En solitario, Lavoe forjó su propia historia y de alguna manera empezó a cavar su tumba, a pesar del exitazo de “ El cantante”, su tema favorito. Pero su destino estaba escrito: La muerte de su hijo y de su suegra, un intento de suicidio, un derrame cerebral, la amputación de sus piernas y finalmente el SIDA, acabaron por apagarlo. No tenia otra forma de morir, aunque el cantante nunca muere porque su voz deambula errante en las viejas discotecas de Juanchito o en los asados de domingo.