Hay quienes creen que las cosas se acaban cuando se acaban. Yo digo que depende. Así como no se acaba el hambre porque yo lo piense o las guerras porque yo lo quiera, las relaciones afectivas no se acaban porque yo simplemente un día tome una decisión.
Creo firmemente que las relaciones humanas de cualquier tipo se construyen entre dos. El amor, la amistad, son sentimientos que se viven junto a otro, que se viven con el otro, que se viven hacia otro. No puedo hablar de amores no correspondidos, ni de amistades de una vía. Eso es otro caso que raya con la falta de juicio, con la falta de autoestima y con la bobada.
El amor se va haciendo paso a paso por los detalles, por la inteligencia, por la risa, por el juego, por la inteligencia, por el deseo, por el entorno, por la paciencia, por las ilusiones, por los sueños y una pizca de locura. Y el desamor, por todo lo contrario. Sin embargo, ni uno ni otro son procesos espontáneos como el pensar que hoy amanecí con ganas de quererte o me acosté con ganas de no amarte. Es por eso que no creo, y lo subrayo a rajatabla, en posturas que invitan a incendiar las casas, a abandonarlo todo, a quemar las naves sin escuchar al otro, sin deconstruir lo que, fácil o difícil, intentaron armar entre los dos.
No estoy hablando, ni mucho menos, de prolongar lo improlongable. Se trata de saber cerrar el círculo. El hecho de salir corriendo sin ninguna explicación, de ignorar al otro porque sí ( más si fue una relación buena, donde en algún momento hubo amor), no garantiza, ni mucho menos, que haya podido terminarlo. Por el contrario, es dejar la herida abierta, que por más que no se vea, nos va a perseguir toda la vida. ¿Y si no era tan malo? ¿En verdad no lo quería?¿ Se merecía botarlo de esa forma?¿Y yo qué errores cometí?¿ Y si lo hubiera intentado un poco más?¿Me ganaron mis miedos?¿Por qué no lo busqué? ¿Por qué no lo escuché?¿ Si de alguna forma llegué a amarlo, por qué lo maltraté con el silencio?¿ Si la primera vez lo busqué para decirle que lo amaba porque no lo intenté para decirle que ya no?
Esas preguntas y muchas más estarán siempre debajo de la cama, como un fantasma de los cuentos infantiles porque en realidad, las cosas se acaban cuando las sabemos terminar…