No se trata de que les den la silla en los buses o les abran la puerta del carro, que también. Se trata de que sean tratadas y de que todos entendamos, por fin, que somos iguales. Es decir, diferentes….
El movimiento feminista en Colombia es una fuerza que ha atravesado más de un siglo de historia, desde las calles polvorientas de Bello, Antioquia, en 1920, hasta las plazas llenas de pañuelos verdes en Bogotá en pleno 2025. A través de huelgas, versos y marchas, las mujeres han ido tejiendo un país menos desigual, dejando huellas profundas en la sociedad. Este relato combina historia, datos y cifras para mostrar cómo ha evolucionado esta lucha, contada con un tono que invita a recorrerla paso a paso.
El 20 de febrero de 1920, una campesina de 24 años llamada Betsabé Espinal se plantó firme en la Fábrica de Tejidos de Bello. Las trabajadoras ganaban entre 40 centavos y un peso a la semana, mientras los hombres, por el mismo esfuerzo, recibían entre un peso y $2.70. Harta de la injusticia, Betsabé lideró una huelga de 400 mujeres que paralizó la producción durante 21 días. Exigían igualdad salarial y condiciones dignas. Aunque no lograron todo lo que pedían, su acción marcó un precedente: fue el primer gran «¡presente!» del feminismo colombiano, un grito que aún resuena en la memoria colectiva.
Décadas después, en los años 30, las mujeres enfrentaban otro muro: la educación superior les estaba vedada. María Rojas Tejada, tras regresar de Estados Unidos con un título, fundó colegios femeninos en Medellín y Pereira, pero el clero la expulsó por considerarla «revolucionaria». Más adelante, en 1957, Josefina Valencia rompió otro techo de cristal al convertirse en la primera gobernadora (de Cauca) y ministra del país. Estas pioneras no solo abrieron caminos, sino que derribaron barreras con determinación.
En el presente, los datos muestran avances, pero también desafíos persistentes. Según el DANE, en 2023 las mujeres colombianas dedicaban 7 horas y 46 minutos diarios a tareas de cuidado no remuneradas, frente a las 3 horas y 6 minutos de los hombres. En el campo, la desigualdad salarial es aún más cruda: las mujeres rurales ganan un 33% menos que sus pares masculinos, una brecha 20% mayor que en las zonas urbanas. En política, el Congreso 2022-2026 cuenta con un 29.2% de mujeres (85 de 295 escaños), un aumento significativo, pero insuficiente frente al 50% que representan en la población.
El 21 de febrero de 2022 marcó un hito imborrable. Tras años de presión del movimiento Causa Justa, la Corte Constitucional despenalizó el aborto hasta las 24 semanas con la sentencia C-055. Antes, solo se permitía en tres causales: violación, malformación fetal o riesgo para la madre. Las calles, teñidas de pañuelos verdes, celebraron una victoria que nació de la lucha colectiva. Sin embargo, las restricciones persisten más allá de las 24 semanas, y en las zonas rurales el acceso sigue siendo una promesa lejana. Dos años después, en marzo de 2024, Colombia dio un paso audaz al presentar ante la ONU su primera Política Exterior Feminista. Impulsada por el gobierno de Gustavo Petro y diseñada con aportes de más de 40 organizaciones de mujeres y personas LGBTIQ+, esta iniciativa busca integrar la igualdad de género en la diplomacia, la paz y la justicia ambiental. Es un gesto sin precedentes en 213 años de historia republicana, aunque su impacto real aún está por verse.
Pese a los logros, la violencia contra las mujeres sigue siendo una herida abierta. En 2021, Medicina Legal reportó 978 feminicidios, y en 4 de cada 10 casos los perpetradores fueron parejas, exparejas o conocidos. Entre 2015 y 2019, se registraron 27,594 casos de violencia contra niñas y adolescentes, con las de 10 a 14 años como las más afectadas (9,893 casos). El conflicto armado también dejó cicatrices: entre 1995 y 2011, más de 2.7 millones de mujeres fueron desplazadas, y un 15.8% de ellas reportaron violencia sexual. Estas cifras son un recordatorio de que la lucha feminista sigue siendo urgente.
El feminismo colombiano comenzó con Betsabé y sus tejedoras, creció con las que desafiaron las aulas y se consolidó con las que tomaron las calles. Hoy es un movimiento diverso, con ecofeministas defendiendo territorios en Boyacá, activistas urbanas pidiendo aborto libre y líderes afro e indígenas alzando su voz con perspectivas propias. Hay avances, pero también tensiones y pendientes como la brecha salarial o una representación política equitativa. En este 2025, mientras las mujeres siguen marchando y tejiendo su historia, queda claro que su legado no es solo resistencia, sino una apuesta por un país donde quepan todas, sin excepción.