Cuando Steve Jobs presentó el primer iPhone en enero de 2007, pocos imaginaron que ese rectangulito con pantalla táctil se convertiría en el producto más exitoso de la historia tecnológica.La cosa es así de simple: hay un antes y un después del iPhone. Punto. Todo lo que conocemos hoy sobre teléfonos inteligentes, aplicaciones móviles, fotografía digital y hasta la forma en que nos relacionamos con la tecnología, nació en aquel teatro de San Francisco cuando Jobs subió al escenario con su sweater negro y jeans azules de siempre.
Pero Apple no llegó ahí por casualidad. La historia de la manzanita mordida es un coctel explosivo de genialidad, fracasos épicos, resurrecciones milagrosas y una que otra decisión empresarial que hoy nos haría llorar de la risa… o de la rabia.
Abril de 1976. Un garaje cualquiera en Santa Clara, California. Steve Jobs y Steve Wozniak deciden que van a cambiar el mundo desde ese espacio que apenas cabían dos autos. Para conseguir los 1.300 dólares que necesitaban, Jobs vendió su furgoneta Volkswagen y Wozniak su calculadora programable HP. Así, con la plata que hoy no te alcanza ni para un iPhone básico, nació lo que se convertiría en la empresa más valiosa del planeta.
Ah, y había un tercer cofundador: Ronald Wayne. Este buen hombre tuvo el 10% de la empresa durante exactamente dos semanas antes de vender su participación por 800 dólares. Hagan cuentas de lo que valdría esa participación hoy y van a entender por qué esta historia aparece en todos los libros de «decisiones que arruinaron vidas».
El primer gran hit fue el Apple II en 1977. A diferencia del Apple I, que era básicamente un kit para nerds, el Apple II era algo que tu abuela podría usar. Bueno, tal vez no tu abuela, pero al menos tu papá. El secreto estaba en VisiCalc, la primera hoja de cálculo de la historia, que convirtió a esta computadora en algo indispensable para las empresas. Para 1984 habían vendido más de dos millones de unidades.
Aquí es donde la cosa se pone interesante, porque Apple ha tenido fracasos tan monumentales que harían llorar a cualquier CEO. El Apple III de 1980 fue un desastre porque fue el primer producto que no diseñó Wozniak:problemas de hardware que lo hacían prácticamente inservible.
Pero el verdadero campeón de los fracasos fue el Apple Lisa de 1983. Este bicho costaba 9.995 dólares (¡en 1983!), era lento como una tortuga con artritis y tenía problemas de ventilación que lo convertían en un horno para tostar pan. Solo vendieron 10.000 unidades en tres años. La leyenda dice que Apple terminó enterrando miles de estas computadoras en un vertedero de Utah. Ironías de la vida: hoy esas mismas computadoras «enterradas» se venden como piezas de colección por miles de dólares.
Y no nos olvidemos del Apple Newton de 1993, que era básicamente un iPad de los años 90 pero con un reconocimiento de escritura tan malo que se volvió meme antes de que existieran los memes. Era la idea correcta en el momento equivocado, algo que le pasa a Apple más seguido de lo que uno pensaría.
Apple estaba quebrada. Literalmente tenía efectivo para 90 días de operación. Sus productos eran caros, anticuados y nadie los quería. Fue entonces cuando pasó algo que solo se ve en las películas: Steve Jobs regresó a la empresa de la cual había sido echado 12 años antes.
Lo primero que hizo fue brutal: canceló todos los productos fallidos, incluyendo el Newton, y se alió con su enemigo acérrimo, Microsoft. Bill Gates invirtió 150 millones de dólares en Apple. ¿Por qué? Porque necesitaba que Apple siguiera existiendo para no verse como un monopolio. Pura estrategia empresarial.
El renacimiento llegó con el iMac G3 de 1998. Esos computadores de colores translúcidos que parecían chicles gigantes fueron un hit instantáneo. Vendieron 800.000 unidades en el primer año y salvaron a la empresa.
Lo que vino después ya es historia conocida, pero vale la pena recordarlo. En 2001 llegó el iPod con su promesa de «1.000 canciones en tu bolsillo». La industria musical se revolucionó. iTunes Store permitía comprar canciones individuales por 99 centavos, lo que era una locura en esa época de CDs de 20 dólares.
Pero el verdadero golpe maestro llegó en 2007 con el iPhone. Jobs lo presentó como «un teléfono, un iPod y un dispositivo de internet» todo en uno. Al principio no quería que otros desarrolladores crearan aplicaciones nativas, pero la presión lo hizo cambiar de opinión. El App Store de 2008 se convirtió en una mina de oro que sigue generando ríos de dinero.
Cuando Jobs murió en 2011, Tim Cook tomó las riendas con un estilo completamente diferente. Menos genio visionario, más CEO eficiente. Y aunque muchos se quejaron de la falta de innovación radical, los números no mienten: Apple se convirtió en la primera empresa en valer un billón de dólares bajo su liderazgo.
El truco de Cook fue sencillo pero brillante: convertir toda esa base de usuarios de iPhone en clientes de servicios. Apple Music, iCloud, Apple TV+, el App Store… todos esos servicios han crecido hasta generar más de 27.4 mil millones de dólares en un solo trimestre de 2025. Es dinero que entra mes a mes, sin depender de lanzar productos revolucionarios cada dos años.
El futuro: ¿qué sigue después del iPhone?
Hoy Apple enfrenta nuevos desafíos. La competencia en inteligencia artificial es feroz, China se está volviendo un problema geopolítico y todos se preguntan cuál será el próximo producto que cambie el mundo.
Pero si algo nos ha enseñado la historia de Apple es que esta empresa tiene una capacidad única para aprender de sus fracasos y convertir ideas adelantadas a su tiempo en productos que definen generaciones. El Newton fracasó, pero sin él no habría existido el iPhone. La Lisa fue un desastre comercial, pero su interfaz gráfica se convirtió en el estándar de toda la industria.
Por eso, aunque no sabemos qué viene después, hay algo seguro: Apple seguirá siendo esa empresa que nos hace desear productos que ni siquiera sabíamos que necesitábamos. Y eso, en un mundo lleno de tecnología genérica, vale más que todos los billones de dólares de su capitalización bursátil.