No se trata de lo que uno se merece

Es difícil escribir algo que no haya dicho ya un borracho. O Silvio. Suena Oleo de una mujer con sombrero.

Esa canción siempre me ha gustado, pero como todas las canciones o como todos los poemas o como todos los abrazos poco tiene que ver la realidad, con la interpretación que se le da. Fue publicada oficialmente en 1978, en el disco Al final de este viaje y siempre creímos – todos- que era una critica a aquellos que no se atreven a amar plenamente, sugiriendo que un amor cobarde no es verdadero amor y no deja huella ni historia, una explicación casi, casi del chat GPT. Una mujer se ha perdido conocer el delirio y el polvo se ha perdido esta bella locura su breve cintura debajo de mí se ha perdido mi forma de amar se ha perdido mi huella en su mar.

La verdad, dijo Silvio alguna vez, “hacía historietas cómicas y de ahí me nació una afición, un amor en general hacia las artes plásticas. Recuerdo que me gustaba mucho especialmente un pintor ruso llamado Marc Chagall, por la fantasía, por el colorido, por la figuración tan personal y característica de su pintura. El que más me gustaba era un cuadro de una mujer con un sombrero blanco y una pluma colorada. Por alguna razón, años después, en los carnavales de La Habana de 1970, conocí a una mujer con un sobrero blanco y una pluma colorada que me gustó mucho más y de ahí surgió esa canción. En fin, a veces resultan más bonitos los mitos urbanos que la misma realidad porque a la larga poco importa que sea verdad, sino que sea creíble. O tal vez lo real fue lo que todos pensábamos que era y el que se inventó la historia fue Silvio para salvaguardar su imagen de macho cabrío. Como dice, Noah Harari en Sapiens, fue la capacidad de imaginar historias y creer en ellas la que permitió que el homo sapiens se organizara en grupos grandes. Somos los únicos animales que pueden creer en cosas que existen puramente en su propia imaginación, como los dioses, los estados, el dinero y los derechos humanos. En resumen, somos las historias que contamos.

 

Es difícil escribir algo que no haya dicho ya un borracho. O Silvio

 

En realidad, estoy dando más vueltas que conductor novato de Uber o que un gato borracho porque lo que quiero decir es que el amor pocas veces se trata de lo que uno se merece porque muchas veces dando poquito recibimos todo y otras veces dando todo te vas con las manos vacías. Siempre he pensado que la definición de un amor imposible es cuando a uno de los dos no se le da la puta gana. Sin soltar el pasado, mirando para atrás, que es otra forma de devolverse. Al final no se sabe qué será peor, si no quererlo ver o no poderlo hablar.

El amor y el desamor caben en la punta de una aguja y deberían ser- ambos- al cien, no un tintico aguado, un risotto pobre. Si es amor, lo mínimo es darlo todo. Y viceversa.Con el paso del tiempo he entendido que el dolor tiene mucho que ver con el ego y la soberbia, porque en la borrachera que produce la arrogancia, nos creemos dueños de los otros a los que pocas veces queremos como son, sino como deseamos que ellos sean. Y ahí morimos, porque las personas son libres y autónomas de hacer lo que les dé la gana, de dejarnos entrar o de irse. Por eso sufrimos, por eso nos apegamos a los otros, a los que les encomendamos la absurda labor de repararnos. Hoy tengo claro que el desamor y el arroz quemado son una muestra de un intento, casi, casi, una bala perdida y el amor, el amor, es la vida misma que  por fin nos atraviesa el corazón, porque nunca es donde. Siempre es con quién…

 

 

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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