Generic selectors
Coincidencias exactas únicamente
Buscar un título
Buscar contenido
Post Type Selectors

Perder un cargo, encontrar un lugar

Uno de los golpes más difíciles de sobrellevar para una persona que ha tenido un empleo estable y en condiciones privilegiadas es la súbita o inesperada pérdida del cargo. Suele ocurrir que la persona se siente en uno de sus mejores momentos, vive rodeada por el éxito, como si navegara en un mar tranquilo y azul, en medio de un sol espléndido y, de pronto, se desata una tormenta que rompe con todo el orden y se produce el desastre.
Sí, porque es de desastre esa sensación que queda cuando el privilegiado empleado pierde su lugar. Su mundo es la empresa. Sus grandes amigos están allí. En su escritorio reposa la foto de su esposa y sus hijos. Todo en su vida, hasta el momento del despido, ha confluido en ese ámbito. Es como si fuese la razón de su existir.
La terrible noticia es un violento sismo. Es como si a uno le llegara ese 11 de septiembre en que todo cae, todo se desploma, en que uno parece quedarse sin cimientos. Las horas siguientes son aún más dramáticas. Empieza uno a advertir que se ha quedado solo, que ese halo de importancia que uno ha tenido, desaparece como por encanto. No tarda en advertir el afectado que sus grandes amigos se escabullen; de dientes para afuera se solidarizan, pero poco a poco lo van dejando de lado, como si una enfermedad contagiosa hubiese atacado al desafortunado que empieza a ser consciente de estar en el asfalto.
Es un punto de quiebre que nos da la vida. Si bien el nuevo desempleado, en primera instancia, cree que es el único gran afectado por esta circunstancia, con el correr del tiempo advertirá que su caso no es único. La vida, el destino, Dios o los dioses, o los maestros han determinado un nuevo ciclo, una nueva exigencia. Un cambio total. Y hay dos caminos: el primero, lamentar el desastre y quedarse en el plano de añorar la pérdida. El segundo, recibir el impacto, asimilarlo y abrir la mente para esa transformación que las circunstancias imponen.
Yo diría que es uno de los pocos descubrimientos del yo, del que, como los impuestos y la muerte, nadie se salva. Hay un momento en la vida del empleado que lo pone frente a sí mismo. Y solo la persona, con su formación familiar, educativa, laboral, puede sobrellevar. Es la ruptura de un orden, de una gran comodidad, hacia un mundo diferente. Desde algún lado en el Universo, alguien exige crecimiento, transformación, ruptura con los esquemas impuestos. No se puede estar cómodo en la vida. El reto, los peligros, ese estar entre la vida y la muerte, hacen parte de la naturaleza humana.
No pocos toman el camino de la nostalgia, y así hallen nuevos lugares, casi siempre estarán lamentando su destino, añorando los años maravillosos, buscando la forma de que la vida los conduzca al paraíso perdido.
Pero también están los que se abren al cambio. Los que, conscientes de haber perdido tan alta posición, descienden a su lugar de simples mortales, se ponen el overol y empiezan a construir sobre las cenizas.
No hay forma de que el ser humano se libre de sus desvelos. El reto, la incertidumbre, los veranos y sus correspondientes inviernos hacen parte de nuestra condición. Escucho con frecuencia a quienes añoran una pensión. Quieren librarse de las afugias laborales. Dicen querer disfrutar la vida y llegar a la nada de no hacer nada. Pero inclusive quien alcanza el privilegio de la pensión debe fijar un rumbo, un camino, una línea que lo conduzca a un ideal, a un objetivo.
Pretender detener el ritmo en vida es vano. Nos lleva al tedio y al aburrimiento. Parece también equivocado pensar que el gran traspié laboral es el fin de los tiempos.
Colaboración especial de Gabriel Romero  Campos @gallonocturno

 

 

 

 

 

LEAVE REPLY

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *