Reflexiones de aguacero

Afuera sigue lloviendo. Desde niño me ha gustado el sonido de las gotas en las calles encharcadas. Puede ser ese toque de nostalgia que me evoca o, tal vez, porque de alguna manera se parece al de una empanada que se fríe.

Y es que algo va del frío a los inviernos y de la lluvia a las lloviznas. Amo la lluvia porque me lleva a mi niñez, cuando con descaro y desvergüenza salía corriendo por las calles a patear los charcos y a mojarme hasta morir. Meter un gol en medio de la lluvia era, casi, casi, un micro orgasmo. Siendo el menor de siete hermanos, en realidad, nadie vigilaba mis andanzas y aún hoy creo que, si me hubiera perdido, pocos se hubieran dado cuenta. Pero ese es otro tema.

 

Algo va del frío a los inviernos y de la lluvia a las lloviznas

 

La lluvia no es tan solo agua que cae en medio de un interminable reguero de truenos que se escuchan. La lluvia es una oportunidad para reír, para jugar, para pensar, para leer, para quitar con piel el frío. Cuando llueve, los sentidos se agudizan y todo adquiere otro color y otro sabor.

La lluvia, también es cuestión de perspectiva, porque una cosa es ver la lluvia a través de una ventana, fumando un cigarrillo o soplando una taza de chocolate bien caliente y otra, verla al borde de la quebrada que amenaza con llevarse el poco de pobreza que poseen los más pobres o la que ve el chofer que atraviesa una ciudad que no se mueve.

 

La lluvia es cuestión de perspectiva

 

También tiene su sitio, porque la lluvia en tierra fría es todo un argumento, pero la lluvia en Girardot o en Santa Marta, anuncia la modorra y el letargo, el mosquito pica – pica y el bochorno que adormece.  Tampoco es lo mismo la lluvia en países que tienen estaciones, porque resulta ser un aguacero sin sorpresa, sin pasmo y sin asombro, casi eterno, para que el que uno siempre se encuentra preparado. En cambio, en Bogotá, por ejemplo, la lluvia es un acto traicionero, que ataca por la espalda en el momento menos esperado y por eso es fácil que el chubasco nos coja en camiseta y al final, uno no sepa si correr a recoger la ropa extendida a la intemperie o simplemente construirse una piragua.

La lluvia es un regalo que a veces se maldice, sobre todo cuando no hemos tapado las goteras, pero ningún invierno es eterno y ninguna lluvia dura para siempre. Como las empanadas que se fríen…

 

Mauricio Lievano

“Me gustan los juegos de palabras. En realidad más los juegos que las palabras”. Fundador de Atardescentes

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